ABC (Sevilla)

Un ‘puñaíto’ de Dolores

-

Alos vecinos no se les visita de punta en blanco. En el día a día de un barrio, cuando dos vecinas se cruzan se saludan casi sin mirarse y sin reparar en indumentar­ias: «A la paz de Dios». Pero cuando una de ellas tiene un problema, por muchos días de hola y adiós que acumulen, la otra siempre llega la primera a echar una mano. Esa relación es como la de la soleá de Antonio Murciano: «Y no se dicen ni adiós, / pero después que han pasao / vuelven la cara los dos». Por eso la mujer de esta imagen es un derroche de pureza. Habrá quien no lo entienda, pero en el Cerro del Águila la Virgen de los Dolores es una más en cualquier casa. Es una rutina. Vas a la plaza a comprar fruta y de camino entras en el templo a saludarla de forma natural, por mera costumbre, sin darle más importanci­a. Sales de tu casa con el carrito de la compra y saludas a la de la mercería, al pescadero, a la niña de la antigua compañera de Hytasa —¿cómo está tu abuela?—, al que desangra los pollos con la misma parsimonia con la que el romano alancea al Cristo, al que vende especias en la mesita de playa, a la que pide en la puerta de la iglesia y a la Virgen de los Dolores. ¿Cómo estás hoy, miarma? Le cuentas tus cuatro cosas y sigues tu camino. Da igual que sea sábado, que sea navidad o que sea Martes Santo. Porque todos los días son el mismo donde nadie tiene tiempo de presumir de nada. La pandemia ha dejado en su jaula a las palomas del Cerro. Las túnicas de alquiler están sin planchar. No ha habido lipotimias a la altura del Matadero, ni madres haciendo la estación de penitencia a la vera de sus hijos con la bolsa del agua y los bocadillos, ni cajones de la fruta en Afán de Rivera haciendo de gradas improvisad­as. Pero qué más da. La señora que va a ver a la Virgen todos los días cogió ayer su carrito y salió a hacer el itinerario de su rutina: un cuarto de boquerones blancos para los nietos, medio kilo de pechuga, dos tomates gordos para aliñar, cuarto y mitad de bacalao desmigado para el potaje de vigilia y, antes de volver al piso, un ‘puñaíto’ bien despachado de Dolores. Porque la fe es como el vino. Una mijita diaria es sanísima, pero una borrachera no. En el Cerro no se hacen exhibicion­es de devoción. No se compra el Martes Santo para todo el año. La compra se hace todos los días para que el producto esté siempre fresco. Para que la fe no caduque en una estampita al fondo de la alacena. Y en este trance que cambia los antifaces por mascarilla­s, los Dolores de la Virgen se reparten entre todos. Por eso ayer el templo tenía su cola, como todos, pero también su bullicio natural. Hay que seguir.

El Martes se había levantado raro, con el cielo embarrado, amenazando una tormenta de arcilla, pero la nublazón ocre se aguantó para que en San Nicolás pudiera brillar la plata de la corona que las camareras le han regalado a la Candelaria, que daba la impresión de que en cualquier momento se iba a echar andar. Y desde la cola de Santa Cruz, con el Cristo de las Misericord­ias sobre el paso de Aníbal González y la aureola de hace un siglo, hasta la de San Esteban, todo aparentaba cotidianei­dad. La gente ha decidido aguantar con resignació­n la ‘bofetá’ de Malco en la cara de Sevilla. Si acaso una cerveza en la ‘Calzá’ para aliviar la flama de la cola de San Benito. O un abrazo en Los Javieres por este extraño 75 aniversari­o de la Virgen de Gracia y Amparo. Pero no queda más remedio que aguantar y rezarle al Cristo de la Buena Muerte y a su Madre de la Angustia para que en la Universida­d encuentren pronto la solución a este suplicio. Mientras tanto, la mejor actitud es la de las señoras del Cerro. Un ‘puñaíto’ de Dolores en el carro de la compra y mañana nos vemos. Que lo fácil es venir sólo cuando sueltan las palomas.

En el Cerro del Águila es Martes Santo todos los días y esa es tal vez la mejor forma de asumir esto

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain