Los niños, los borrachos y los primeros ministros británicos nunca mienten
CUANDO en 2016 un Banksy de extrarradio escribió en una fachada de Alcalá de Guadaíra, lo que bien pudo ser el lema de la grey quechua del 15-M, nunca reparó en la capacidad reactiva que alcanzaría su denuncia. «Emosido engañado», rezaba. Es de suponer que ese mural anónimo aludía a alguna estafa inmobiliaria. Aun así, el estropicio no adquirió notoriedad hasta que una confiada estudiante usó la foto de la fechoría gramatical como coartada para denunciar en un tuit, con un humor candoroso, sentirse engañada por el profesor que le examinó de un tema que él mismo había descartado. Pobre chiquilla. Aquellas letras, un ejercicio artístico merecedor de ternura más que un crimen de ortografía borroka para que media RAE infartase, adquirieron categoría de arte urbano. Eran tentadoras. Más que un vagón de Rodalíes destrozado por grafiteros de botellón con mucho espray y seny okupa.
«Emosido engañado». Y tanto. ¿Quién no ha sido engañado alguna vez? Pregunten por Vallecas qué queda de aquel Pablo Iglesias magnético, encerrado en su cocina mini de barrio humilde, retratado con la luz tenue del amanecer vallecano y taza de café humeante en mano, mientras diseñaba en su ordenador la transformación de España con gesto rebeldemente intelectual. Democracia real. Delirios de caudillito mesiánico. Pregunten a los indignados. Ahora sabemos que en su ordenador solo había cálculos hipotecarios, a tanto el metro para chalés de a millón. ¿ Kiennosangañaoentonse?
Hoy, en este abril con luna del Parasceve, la no-vacunación masiva destila gamberrismo, como antes lo hizo aquella resignada denuncia con pretensiones de grafiti. Treinta y nueve millones de españoles sospechan que la inmunización empieza a ser la cobertura de un cachondeo patrio. Sánchez no ha dado la clave. Ni Iglesias mientras googlea ‘la sicav, esa gran desconocida’ para invertir su IMP (ingreso máximo proletario). La verdad viene de Boris Johnson: «Hemos tenido éxito con las vacunas por el capitalismo y por la avaricia, amigos míos». Los niños, los borrachos y los primeros ministros británicos, ya se sabe, nunca mienten. Las farmacéuticas… ahí se andan. Que no. «No emosido vacunado».