Marta Torrejón
«Es el que era una constante en mi carrera, al que regresaba, en el que me he sentido como en casa. Era mi casa, mi grupo, mis amigas, donde me sentía a gusto. No te digo más importante que en otros equipos, pero sí muy responsable. No por ser más que nadie, sino por lo que me exigía para lograr los resultados. Me aportó estabilidad, responsabilidad y espíritu de liderazgo», cuenta. Y eso que llegó a la selección, define, como una ‘alineación de los astros’, y directamente a la absoluta, sin pasar por las categorías inferiores. «Nos clasificamos para Atenas 2004 y mi familia había comprado un billete para mí, para ir a ver los Juegos como espectadora porque no esperaban que fuera como jugadora», recuerda como anécdota.
Un orgullo exigente
Se habla de orgullo, de ilusión por formar parte de un equipo que nada tiene que ver con los demás. Amaranta Fernández, 234 veces internacional en voleibol en pista y ahora en la selección de voley playa, también lo define como una recompensa porque el sacrificio no es baladí: «Han sido muchos veranos sin parar de entrenar, después de cada temporada, desde muy jovencita. Los objetivos son diferentes, no es un partido cada fin de semana, sino un Europeo o un Mundial. La motivación también cambia, igual que las responsabilidades. Para mí, tener el número más alto de internacionalidades es una recompensa a mi dedicación al voleibol».
En su caso, como en el de Pascual o como en el de Manel Estiarte, 580 partidos en waterpolo, es toda una vida al más alto nivel, exigente como solo lo puede ser el deporte, y cambiante porque nada tiene que ver la profesionalidad de ahora con la profesionalidad de antes. «Las quinientas y pico internacionalidades, e imagina con las categorías inferiores, es una cosita que llevamos con orgullo porque son casi
«Un entrenador me dijo: “Rafa Pascual lleva la camiseta de España tatuada en la piel”. Esa es la intención y el orgullo»