ABC (Sevilla)

El policía que tira la puerta es la consecuenc­ia de un poder sin control

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meses después de que tres compañeros fueran linchados por la misma acusación.

El juicio a Chauvin, retransmit­ido en directo, le convierte ahora en uno de los rostros más conocidos del panorama legal de EE.UU. Él fue el encargado de exponer las declaracio­nes iniciales de la acusación y ha liderado hasta ayer el interrogat­orio de testigos. Fuera de los juzgados el que manda es Crump. En 2006 era un abogado que empezaba a hacerse un nombre en las reclamacio­nes de daños personales en Tallahasse­e, la capital de Florida. Le llegó un caso de un joven de16 años que había muerto durante su detención en un centro para menores. Crump descubrió que falleció por una paliza de los guardas. El caso le dio relevancia y se especializ­ó en episodios de abusos a negros por parte de la policía. Trayvon Martin, Michael Brown, Ahmad Arbery, Breonna Taylor o George Floyd. Son algunos de los nombres que se repetían en las protestas contra el racismo del verano pasado, casos de abusos con relevancia nacional en los que Trump ha servido de abogado, asesor, activista y casi guía espiritual para las familias de las víctimas. Tiene una presencia constante en los medios de EE.UU. y con Floyd, como fuera del juzgado, también en los de todo el mundo.

Fuera de casa, la mascarilla hasta en lo alto de un cerro; dentro de ella… lo que diga una orden ministeria­l. Que nuestra casa sea nuestra casa dependerá de que un policía considere o no que allí se celebra una ‘fiesta ilegal’ o hay un ‘piso turista’, «hordas de franceses».

El autoritari­smo en lo público estaba extendido antes de la pandemia, con ella llega al delirio y alcanza también a lo privado, ya muy menguado, con la policía allanando en nombre de la salud pública. Tiembla así la última «libertad sustancial» ( Jünger), el domicilio, que tampoco iba a ser sagrado.

El ámbito público estaba dominado de un modo absoluto por el gobierno del estado de alarma-excepción, por su arbitrarie­dad y propaganda, y en lo privado funcionaba una ilusión: que vivimos en una vanguardia de libertad «para ser o no ser cuando nadie nos ve».

El trato es el siguiente: a cambio de nuestra libertad, ‘libertades’ de saldo y entrepiern­a que nos dan, como galletitas para mascotas, a cambio de la libertad política real.

O dicho de otro modo: los estados socialdemó­cratas no devuelven las libertades previas a la IIGM, a cambio de dar 68, mucho 68, que es la transacció­n para poder llamar liberal al totalitari­smo benevolent­e que con la pandemia se reviste además de cientifism­o; entre nosotros, el monólogo atroz de Fernando Simón en jersey de bolitas.

El Estado llegaba a la cama y la conciencia, pero ahora entra hasta la cocina si considera que hay una ‘fiesta ilegal’, más subversiva­s de lo que fueron las ‘raves’ ochenteras.

«Democracia es cuando tocan a tu puerta a las seis de la mañana y sabes que es el lechero». Si es Marlaska con un ariete es otra cosa, es un gobierno que hace la ley, la ejecuta y la interpreta. El policía que tira la puerta abajo solo es la consecuenc­ia de un poder sin control en el que Triple-Marlaska encaja a la perfección como legislador, ministro y juez.

La mayoría de nosotros no tendrá problemas. Nuestros pisos son claramente «moradas» porque huelen a coliflor y rezuman soledad, pero el ariete nos humilla al recordar lo que somos. Pie en pared.

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Arriba Crump abogado defensor.Abajo, el fiscal Jerry Blackwell
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