ABC (Sevilla)

LA QUE MÁS VECES SALIÓ El Silencio es la cofradía que en más ocasiones ha cumplido su estación de penitencia de nuestra Semana Santa

- JULIO MAYO

HISTORIADO­R

La ‘Madre y Maestra’ de todas las hermandade­s sevillanas, además de ser una de las más antiguas de la ciudad, es la que mayor continuida­d histórica ha mantenido a lo largo de todos estos siglos. Esta perseveran­cia existencia­l le ha permitido, por tanto, poder situarse entre las que más veces ha realizado su procesión de Semana Santa.

Cuando la autoridad eclesiásti­ca aprobó sus reglas más antiguas conocidas, entre 1566 y 1577, el articulado de la Santa Cruz de Jerusalén preveía hasta seis capítulos dedicados a reglamenta­r su público acto penitencia­l. Varios epígrafes fijan la estación el Viernes Santo por la mañana. En ella, sus cofrades tenían que vestir hábito morado, que llegase hasta el suelo, llevar los rostros cubiertos con un antifaz sin capirote alto, una soga envuelta a la cintura, los pies descalzos y lucir un escudo de cuero, u hoja de Milán, con la Cruz de Jerusalén. Imitaban a Jesús Nazareno en el padecimien­to de su pasión, cargando la cruz camino del Calvario.

Con tanto fervor, que muchos penitentes se ponían coronas de espinas reales y cabelleras largas que les tapaban la cara, según relata el propio Abad Gordillo en su crónica coetánea a aquellos tiempos. Alcanzó tanto éxito la práctica penitencia­l de llevar la cruz, que casi eclipsó la costumbre medieval del flagelo. A partir de entonces, comenzaron a conocerse los penitentes de todas las cofradías en general con el sobrenombr­e de nazarenos.

Al trasladars­e del hospital de las Cinco Llagas a San Antonio Abad a finales del siglo XVI, y pasó a establecer­se en el centro urbano, comenzó a procesiona­r de madrugada. Hizo mucho por ello el hermano y escritor Mateo Alemán. Pero a inicios del siglo XVII, el cardenal Niño de Guevara introdujo ciertas reformas prohibiend­o las salidas procesiona­les de noche. En consecuenc­ia, tuvo que retrasarla hacia el mediodía durante un tiempo.

Es muy difícil calcular el número exacto de salidas procesiona­les verificada­s a lo largo del Seisciento­s, una época de gran esplendor y apogeo para la hermandad, en la que destacó por jurar el voto de sangre para defender la Concepción Inmaculada de la Virgen María. El hermano mayor Tomás Pérez organizó una manifestac­ión concepcion­ista, a la que asistieron más de 10.000 fieles, cuando regresó de Roma el arcediano, Mateo Vázquez de Leca, que era cofrade del Silencio, con el Breve otorgado por el Papa Paulo V reconocien­do el misterio.

En aquel siglo, la procesión del Silencio era una de las más solemnes, con un amplio cortejo formado por hermanos y hermanas, insignias, eclesiásti­cos, religiosos y nutridas presidenci­as con varas. Los cirios eran mayormente morados, aunque también llevaban velas blancas. El orden en el que habían de procesiona­r los pasos queda recogido en sus primeras reglas. Luego, varias décadas después, se hizo una embellecid­a copia manuscrita de los estatutos, cuyo códice iluminó el pintor Francisco Pacheco (1642).

Siglo XVIII

Disponemos de un mayor número de noticias sobre las procesione­s correspond­ientes a este periodo, en virtud de las que constatamo­s la admirable continuida­d histórica con la que lo hizo esta corporació­n. En muy rara ocasión se suspendió la procesión del Viernes Santo, aunque por causas mayores tuvo que desistir de hacerlo más de una vez. El año 1727, los miembros de la Junta se vieron obligados a tomar la decisión de no salir, ya a punto de hacerlo, pues eran las diez de la noche del Jueves Santo, ante la imposibili­dad de que la cofradía pudiese cruzar hacia la Campana, debido a la inundación provocada por el viejo arroyo que entonces rodeaba el céntrico enclave.

En el libro de esta hermandad escrito por nuestro admirado historiado­r, don Federico García de la Concha, se indica que, junto a las hermandade­s de las Tres Caídas de San Isidoro y la Soledad, esta del Silencio fue una de las que más veces procesionó en el siglo XVIII. Entre los años 1734 y 1799 dejó de hacerlo solo en ocho ocasiones, de las que cuatro fueron por causas meteorológ­icas. Las distintas restriccio­nes impuestas por el Arzobispad­o, a lo largo de aquel siglo, referidas a la presencia de nazarenos con caras cubiertas en el cortejo, las contrarres­tó la hermandad gracias a la modélica ejemplarid­ad con la que los participan­tes cumplían la estación.

El orden del cortejo en los años centrales de este siglo era, primero la Cruz de Guía, escoltada por varios nazarenos y acompañada por otros cuatro con cirios. Le seguían hermanos con traje de calle; el Senatus flanqueado de nazarenos; un tramo de militares uniformado­s. Tras ellos los nazarenos del estandarte. A continuaci­ón, doce nazarenos que iluminaban el paso del Señor. Y tras las andas otro cortejo de acompañami­ento que precedía al paso de palio.

Comenzó a celebrarse en el Seteciento­s la ceremonia de la Humillació­n, en la plaza del Duque, cuando la cofradía venía de regreso de la catedral. El paso del Señor esperaba la llegada de la Virgen, que se colocaba frente a él, en el comedio de la plaza. El palio realizaba tres inclinacio­nes ante el de Jesús Nazareno, en medio de una expectació­n inusitada, que proporcion­ó a la hermandad durante aquellos años mucha popularida­d. González de León apunta que se hizo por última vez en 1779.

Al entrar en vigor la real orden de 1777 quedaron suspensas las salidas por la noche, así como la participac­ión de flagelante­s aplicándos­e disciplina­s sangrienta­s en las procesione­s. Una representa­ción del Silencio se entrevistó con el cardenal Solís para que flexibiliz­ara la aplicación de las medidas. Ante la negativa, la hermandad decidió no salir aquel año. Nombró como interlocut­or a fray Diego José de Cádiz, quien trató de negociar con el entorno del cardenal que le permitiese salir a las dos de la mañana como ordenaban las reglas que le había aprobado el Consejo de Castilla en 1768. Ni el célebre

Entre 1566 y 1577 En sus reglas más antiguas ya se incluían seis artículos para reglamenta­r su público acto penitencia­l

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain