Gibraltar vuelve a alejarse
«La colonia conserva sus privilegios británicos y gana los europeos, ahora bajo el patrocinio de España. A eso le llama nuestro embajador un acuerdo de dimensiones históricas”. Menos mal que está jubilado. Aunque vender el acuerdo ya lo ha vendido. Será histórico por su originalidad, porque ninguna nación que se precie de sí misma haría tamañas concesiones» sar. Pero el lance dejó muy claras dos cosas: que Gibraltar es una colonia y que su descolonización solo puede llegar por negociaciones entre Madrid y Londres. Es verdad que no se recuperó Gibraltar, pero quedarán reconocidos los derechos de España en el contencioso. O sea, que la batalla no fue en vano, como apunta el embajador. De no haberla librado, los ingleses se hubieran salido con la suya sin costarles un céntimo, y los gibraltareños no habría tenido una muestra de hasta qué punto dependen de España.
La oportunidad volvió a presentarse con la metedura de pata hasta el corvejón de los ingleses con el Brexit. Habían logrado colar a Gibraltar en la UE como «un territorio cuyos asuntos externos lleva un Estado miembro», pero si ellos salían, salía también su colonia, descolgada de Europa. Un auténtico drama porque Europa, en la misma línea de Naciones Unidas, decidió que España tendría la última palabra sobre el futuro de la colonia al sur de su territorio. Lo malo es que quienes mandan en España hoy son quienes parecen gozar con sus desgracias. El acuerdo al que han llegado Londres y Madrid sobre el futuro de Gibraltar podría haber sido redactado por su ministro principal. Al menos Fabián Picardo nos dice que «garantiza una circulación fluida y abierta de personas y bienes entre Gibraltar y la Unión Europa», sin que haya rastros de los agentes de la Frontex, los aduaneros comunitarios que deberían estar en el aeropuerto gibraltareño y en la Verja para garantizar que se cumplan las condiciones exigidas en el espacio Schengen, ni se hable de aduaneros españoles. Todo ello «respetándose la identidad británica de Gibraltar». En una palabra: que la colonia conserva sus privilegios británicos y gana los europeos, ahora bajo el patrocinio de España. A eso le llama nuestro embajador un «acuerdo de dimensiones históricas». Menos mal que está jubilado. Aunque vender el acuerdo ya lo ha vendido. Será histórico por su originalidad, porque ninguna nación que se precie de sí misma haría tamañas concesiones. Nuestro Ministerio de Exteriores insiste en que se han salvaguardado los intereses de España, pero está la cosa tan revuelta en nuestro país que incluso se considera un avance el haber devuelto a sus pueblos a los asesinos de ETA y sentarse en una mesa para hablar de la independencia de Cataluña.
Como llevo medio siglo informando sobre situaciones límites, salvándonos en el último minuto por los pelos, me digo que puede ocurrir lo mismo, con Bruselas como ángel de la guarda. Allí no debe de gustar nada que se abra un boquete en su punta sur, controlado por los ingleses tras el portazo. A Gibraltar ha llegado el navío de la Royal Navy Trent. Esperemos que no como las cañoneras que vigilaban su imperio en el siglo XIX.