ABC (Sevilla)

Gibraltar vuelve a alejarse

- POR JOSÉ MARÍA CARRASCAL José María Carrascal es periodista

«La colonia conserva sus privilegio­s británicos y gana los europeos, ahora bajo el patrocinio de España. A eso le llama nuestro embajador un acuerdo de dimensione­s históricas”. Menos mal que está jubilado. Aunque vender el acuerdo ya lo ha vendido. Será histórico por su originalid­ad, porque ninguna nación que se precie de sí misma haría tamañas concesione­s» sar. Pero el lance dejó muy claras dos cosas: que Gibraltar es una colonia y que su descoloniz­ación solo puede llegar por negociacio­nes entre Madrid y Londres. Es verdad que no se recuperó Gibraltar, pero quedarán reconocido­s los derechos de España en el contencios­o. O sea, que la batalla no fue en vano, como apunta el embajador. De no haberla librado, los ingleses se hubieran salido con la suya sin costarles un céntimo, y los gibraltare­ños no habría tenido una muestra de hasta qué punto dependen de España.

La oportunida­d volvió a presentars­e con la metedura de pata hasta el corvejón de los ingleses con el Brexit. Habían logrado colar a Gibraltar en la UE como «un territorio cuyos asuntos externos lleva un Estado miembro», pero si ellos salían, salía también su colonia, descolgada de Europa. Un auténtico drama porque Europa, en la misma línea de Naciones Unidas, decidió que España tendría la última palabra sobre el futuro de la colonia al sur de su territorio. Lo malo es que quienes mandan en España hoy son quienes parecen gozar con sus desgracias. El acuerdo al que han llegado Londres y Madrid sobre el futuro de Gibraltar podría haber sido redactado por su ministro principal. Al menos Fabián Picardo nos dice que «garantiza una circulació­n fluida y abierta de personas y bienes entre Gibraltar y la Unión Europa», sin que haya rastros de los agentes de la Frontex, los aduaneros comunitari­os que deberían estar en el aeropuerto gibraltare­ño y en la Verja para garantizar que se cumplan las condicione­s exigidas en el espacio Schengen, ni se hable de aduaneros españoles. Todo ello «respetándo­se la identidad británica de Gibraltar». En una palabra: que la colonia conserva sus privilegio­s británicos y gana los europeos, ahora bajo el patrocinio de España. A eso le llama nuestro embajador un «acuerdo de dimensione­s históricas». Menos mal que está jubilado. Aunque vender el acuerdo ya lo ha vendido. Será histórico por su originalid­ad, porque ninguna nación que se precie de sí misma haría tamañas concesione­s. Nuestro Ministerio de Exteriores insiste en que se han salvaguard­ado los intereses de España, pero está la cosa tan revuelta en nuestro país que incluso se considera un avance el haber devuelto a sus pueblos a los asesinos de ETA y sentarse en una mesa para hablar de la independen­cia de Cataluña.

Como llevo medio siglo informando sobre situacione­s límites, salvándono­s en el último minuto por los pelos, me digo que puede ocurrir lo mismo, con Bruselas como ángel de la guarda. Allí no debe de gustar nada que se abra un boquete en su punta sur, controlado por los ingleses tras el portazo. A Gibraltar ha llegado el navío de la Royal Navy Trent. Esperemos que no como las cañoneras que vigilaban su imperio en el siglo XIX.

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NIETO

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