ABC (Sevilla)

UNA RAYA EN EL AGUA

- IGNACIO CAMACHO

PTrato de favor, arbitrarie­dad, falta de transparen­cia. Las relaciones con Venezuela huelen a saldo de deudas

OCO antes de que Pablo Iglesias viajara con el Rey a Bolivia, en el otoño pasado, la embajada española en Caracas recibió insistente­s presiones del entorno de Maduro para que el vicepresid­ente mantuviera una entrevista en La Paz con el canciller de Venezuela. La cita se acabó celebrando a espaldas de la expedición oficial, como un casual encuentro fuera de agenda. En marzo de este año, el Gobierno revocó una petición para que el régimen bolivarian­o autorizase vuelos ‘humanitari­os’ –de repatriaci­ón–a Air Europa e Iberia, dejando así un monopolio de facto a Plus Ultra, compañía aérea subvencion­ada con 53 millones de euros en medio de un notable escándalo por su forzada considerac­ión de empresa estratégic­a. Este fin de semana se ha conocido que el ministro Ábalos ha alegado razones de seguridad nacional para denegar al portal de Transparen­cia las cintas de las cámaras de Aena que recogen su encuentro en Barajas, enero de 2020, con Delcy Rodríguez en la famosa noche de las cuarenta maletas. Tres episodios sin aparente relación de causa-efecto que sin embargo demuestran el ocultismo y la arbitrarie­dad con que el Ejecutivo sanchista maneja los asuntos relacionad­os con la satrapía caraqueña.

Hay más materia oscura, como la ambigüedad de Borrell a la hora de confirmar a Juan Guaidó en su calidad de interlocut­or reconocido por los países europeos. O como el relevo del representa­nte diplomátic­o español tras la fuga a Madrid de Leopoldo López, o como el zascandile­o que se trae, teóricamen­te por su propia cuenta, el expresiden­te Zapatero. Y, sobre todo, el trasfondo nunca aclarado ni reconocido de la relación mantenida durante mucho tiempo entre el aparato de poder chavista y los fundadores de Podemos. Ese nexo es el eje de las sospechas de amiguismo que pesan sobre ciertas decisiones del Gabinete de Sánchez, entre las que el socorro financiero a Plus Ultra destaca por su inverosími­l encaje –en pérdidas y con un solo avión– en los requisitos exigidos para beneficiar­se del decreto de rescates. Se acumulan demostraci­ones de deferencia, indicios de discrecion­alidad y contactos, como el de Ábalos con la lugartenie­nte de Maduro, tan abiertamen­te irregulare­s que se veta el conocimien­to público de sus imágenes.

Los lazos gubernamen­tales con los caciques venezolano­s son demasiado opacos sin que en la mayor parte de los casos quepan en la solemne categoría de secretos de Estado. Existe la patente sensación de que en esos vínculos pesa la influencia del partido que nació como una franquicia del bolivarism­o, y que ahora cuenta con cinco asientos en el Consejo de Ministros. Hasta Felipe González ha denunciado la red de conexiones que da cobertura a una autocracia sin atisbo de soporte legítimo. Algo huele mal en estos tratos semifurtiv­os con pinta de un saldo de deudas y favores debidos. O acaso alguien intenta rescatarse a sí mismo.

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