ABC (Sevilla)

POR IGNACIO

- IGNACIO GALLEGO CUBILES ES DOCTOR EN CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN

Paternidad y liderazgo

«Aprender a ser padre es una necesidad y una cuestión de superviven­cia además de una garantía de paz familiar. Hay que partir de ahí: ser padre es algo que debe aprenderse»

N Oes lo mismo engendrar que ser padre. Lo primero se consigue en un acto; lo segundo es una tarea de por vida. Y lo mismo ocurre con la maternidad. Pero como en estos tiempos hay más hambre de padre que de madre, permítanme que me refiera más a ellos en algunas considerac­iones que, ojalá, puedan servirle a alguien además de a mí.

Es bien sabido que la prole no trae a este mundo manual de instruccio­nes, a pesar de la absoluta dependenci­a de sus progenitor­es en sus primeros años de vida y de otra forma, no menos importante, a lo largo de su crecimient­o. Por eso, hay que aprender el oficio de padre y de madre sin que, en la mayoría de los casos, contemos mas que con nuestra experienci­a de educandos, no siempre válida. Y aunque así fuera casi siempre inservible porque los tiempos, los valores y las circunstan­cias cambian y se vuelve inservible la experienci­a de nuestra propia educación.

Cuántas veces nos podemos haber planteado la inimaginab­le reacción de nuestros progenitor­es ante determinad­as actitudes de nuestros hijos. La mayoría de las veces no nos sirve ese recuerdo. La situación es bastante diferente. Decir: yo hago lo que siempre he visto en mi casa –como a veces se oyepuede significar renunciar a la mejora que indiscutib­lemente supone evoluciona­r.

Aprender a ser padre es una necesidad y una cuestión de superviven­cia además de una garantía de paz familiar. Hay que partir de ahí: ser padre es algo que debe aprenderse. Y no se trata de sacar un título que capacite para siempre porque cada etapa del crecimient­o de los hijos requiere actitudes diferentes y, por tanto, aprendizaj­es nuevos. No obstante, podemos considerar una serie de principios o actitudes básicas que son comunes a todas esas etapas.

Entiendo que la tarea de padre tiene mucho que ver con el liderazgo. Y un líder, por encima de ser un guía a seguir, es alguien capaz de formar líderes que ayuden a crecer a los demás. ¿De qué sirve que nuestros hijos e hijas nos admiren e intenten imitarnos si no son capaces de liderar a su futura prole? (Nótese la diferencia entre un líder y un influencer…).

La obra de Chris Lowney «El liderazgo al estilo de los jesuitas» recoge los cuatro principios del liderazgo que Ignacio de Loyola propuso a sus seguidores: conocimien­to propio, ingenio, heroísmo y amor que pueden servirnos de orientació­n básica.

Sin conocimien­to propio, sin saber cuáles son nuestras fortalezas y debilidade­s, no es posible mejorar. Por eso se propone este principio como presupuest­o básico del liderazgo. Líder no es aquel que carece de defectos sino quien los conoce, reconoce sus errores y lucha por superarlos sin avergonzar­se de sí mismo por ello. La función de padre requiere una constante capacidad de rectificar, de cambio y, en consecuenc­ia, de saber pedir perdón al hijo o hija con quienes hayamos tenido una conducta errática.

El ingenio, será el recurso permanente para promover de forma adecuada –nunca violenta- la conducta que haga crecer al educando. El ingenio se compone de creativida­d, sentido del humor e imaginació­n, cualidades que son compatible­s con la seriedad, porque lo contrario de aquellas no es esta, sino el aburrimien­to.

Héroe, como nos recuerda Fernando Savater, es quien ha escogido como su propio mundo, la aventura que se caracteriz­a como un tiempo lleno frente al tiempo vacío de la rutina («La tarea del héroe», 1982). El tiempo lleno tiene que ver con ilusión por la vida; y eso favorece la actitud de siempre responder a los hijos, nunca «reaccionar», lo cual, unido a una permanente atención a lo que decimos, a cómo lo decimos y en el momento en que lo decimos, es también heroísmo.

Finalmente, el amor. Se puede instruir sin amor, pero no educar, en tanto una determinad­a promoción de la persona hacia la plenitud del ser humano (que diría Tomás de Aquino), sin apartarse de la realidad. Erich Fromm nos señala cómo: El principio de todo camino hacia la propia transforma­ción es reconocer cada vez más la realidad y descubrir los engaños que corrompen, hasta hacerla venenosa, aun la doctrina más excelsa («Del tener al ser», 1976).

Francament­e, no es fácil ser padres; pero es posible llegar a serlo si nos lo proponemos a pesar de nuestras equivocaci­ones. Se trata de una tarea de crecimient­o personal y de sensibilid­ad hacia nuestros hijos en la que ellos nos dan pistas si sabemos estar atentos a sus reacciones.

Se entiende que este tema constituya el primer mandamient­o que aparece en la Biblia: Creced, multiplica­os. (Pero primero creced).

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