La Liga depende del Barça
El árbitro perjudica gravemente al Valladolid al expulsar a Plano sin motivo
Este Barça no es el mejor de su historia pero Koeman ha ido poco a poco exprimiendo los recursos que tenía –no brillantes pero tampoco escasos– con una mezcla de mala leche holandesa y de conocimiento profundo del club, y él mismo ha madurado como entrenador como no lo había hecho en ningún otro equipo. Si el Barça parecía desorientado y casi en demolición a principio de temporada, ha ido encontrando sus soluciones con un fútbol posibilista, efectivo, aún blando para competir en Europa pero suficiente para depender de sí mismo para ganar Liga y Copa. Con este horizonte, y crecido por el entusiasmo en el equipo que ha causado la nueva presidencia de Joan Laporta, se presentó ayer en el Camp Nou, tras la derrota del Atlético en Sevilla.
Lo que se suponía que era fácil empezó a ponerse difícil y el Valladolid castigaba cada pérdida del Barça. Koeman ya no sabía qué hacer ni qué decir y se desesperaba en la banda. El estímulo de quedar a un punto del líder bloqueaba al Barcelona, muy precipitado, poco inteligente, jugando muy por debajo de su nivel y viendo impotente cómo la primera parte se consu
Ter Stegen Mingueza (63) De Jong Lenglet Dest (87)
J. Alba Busquets (63) Pedri (75) Griezmann (63) Messi Dembélé
Araújo (63) Trincao (63)
Braithwaite (63) Ilaix (75) Riqui Puig (87)
GOL m.90: Dembélé.
EL ÁRBITRO
(C. Aragonés). Amonestó a Griezmann, Bruno, Mingueza, Guardiola, Masip, Braithwaite y a Sergio González. Roja a Óscar Plano (m. 79). mía sin ser capaz ya no de marcar sino de crear la sensación de que podía hacerlo. Se jugó la primera mitad que Sergio González quería, aunque Pedri chutó al palo.
Tenía algo de entrañable ver nervioso a un Barça que ha tenido que luchar tanto por recuperar una cierta identidad. Nervioso por ganar. Seguramente es el que está mejor de los tres de arriba, pero semejantes apuros ante el Valladolid le daban un aire de una cierta precariedad, o de una inocencia muy vulnerable, a pesar de que la lógica, la experiencia y una indiscutible superioridad en la calidad comparativa invitaban a pensar que el partido acabaría cayendo de maduro. Messi, camino del vestidor, le dijo a Carlos Naval, delegado del equipo, sobre el trencilla: «Tiene unas ganas de sacarme la tarjeta, buf, increíbles», en alusión al Clásico que se habría perdido si esto hubiese sucedido.
¿Jugó Griezmann? Ni se sabe. Dembélé volvió muy laborioso, y el Barça como más revolucionado, pero la inspiración no comparecía y el Valladolid continuaba estrellándose contra su frustración en el remate, pero no contra la falta de claras oportunidades. Dembélé buscaba y buscaba y lo poquísimo que tocaba Griezmann era para estropearlo. Triple cambio de Koeman: entraron Braithwaite, Trincao y Araújo por Busquets, Mingueza y el inútil y carísimo delantero francés, que está para que lo regalemos en cualquier mercadillo. El Barça quería y no le salía; el Valladolid no se rendía. El tiempo transcurría, los nervios se tensaban y el Barça, más que contra el rival, se media con sus aspiraciones al título. Entró Ilaix por Pedri. Latre expulsó a Óscar Plano en una exageración absolutamente impresentable. Era falta. Era amarilla. Y basta. Lamentable el colegiado. Perjudicar de este modo tan innecesario y absurdo a un equipo que tan valientemente había resisitido 81 minutos contra un equipo teóricamente muy superior, fue un insulto no sólo al Valladolid sino al fútbol, que tendría que protegerse de peligros tan abrasivos como este árbitro.
Y cuando todo parecía atascado y definitivo, Dembelé remató a gol y confirmó, aunque tarde, mal, y con ayuda arbitral –también así se gana, todo hay que decirlo– que el Barça quiere esta Liga.