La angustia te lleva a pensar en manos de quién hemos puesto nuestro destino
ESA pena que te duele y te quema, que te hace volver, una y otra vez al balcón para envidiar la libertad de los gorriones y el dulce trabajo de las abejas sobre las flores de azahar, no está originada por el miedo de los tiempos que vivimos. Sino por la intuición, cada vez más racionalizada, de que hemos dejado nuestras vidas en manos de conductore suicidas que atraviesan la autopista en sentido contrario a más de doscientos por hora. Ese vértigo que va más allá de las clínicas del miedo y que supera al que te haría padecer un autobusero afgano enloquecido subiendo un acantilado del Hindu Kush por una estrechísima carretera, es producto de los que han convertido nuestras cabezas en un nido de abejorros, donde sus contradicciones pelean entre sí a diario, una, dos, tres o cuarenta nuevas al día, para que a tu corazón lo atormenten la angustia, el escepticismo y la incredulidad. Lo mismo te anuncian con altavoz de tómbola de feria la llegada de una olita que la cuarta ola, mientras dejan los aeropuertos abiertos, ignoran las PCR de los visitantes, no someten a cuarentena a nadie, alivian la movilidad y apelan a un imposible metafísico: la responsabilidad de la gente. Hay colas que las mueve el diablo, por muy cerca que estén de recintos sagrados.
Antes llegaremos al sol sin quemarnos que encontrar entre los que nos conducen al abismo una cabeza bien puesta. Somos insoportablemente livianos tanto a nivel nacional como europeo. El pasaje de las vacunas contratadas con una empresa anglosueca, menos farmacéutica que pirática, desleal con lo acordado y olvidadiza con el dinero por adelantado que se le dio para investigación y para que fuéramos beneficiarios primeros de sus vacunas, ha sido y sigue siendo una cornada en toda la femoral de nuestra fe en la Unión. Para colmo, el incalificable rector de la salud mundial (OMS) osaba la pasada semana reprender a Europa por su bajo ritmo de vacunación. Ni un pío salió de semejante pájaro denunciando a determinadas multinacionales farmacéuticas que son las responsables del suministro interruptus de vacunas acordado. Posiblemente, el pájaro etíope, tenía la boca llena de fideos chinos, la comida de la que tan abundantemente se sirve para que Pekín, con mano firme, intimide toda comisión que va a investigar sobre el murciélago de Wuhan…
Esa es la pena que te duele y te quema, que te lleva a la ventana para descubrir un mundo que se fue para no volver. Esa es la pena que te angustia y te lleva a pensar en manos de quién hemos dejado nuestros destinos. Europa no es lo que fue y hoy juega en segunda división. Y el estado de las autonomías tiene goteras muy severas. Hemos perdido la fe. Una farmacéutica estafa repetidamente a la UE y ni siquiera se la ha dado una voz. Solo sabemos que estamos en manos de conductores suicidas que nos ha descubierto nuestra insoportable levedad política e institucional en los tiempos de oscuridad que están cambiando al mundo...