La doble vara de medir a la hora de juzgar a los demás
El alcalde, calentando para su asalto al fortín de Díaz, está dispuesto a reinventar la Feria: si trae barba, San Antón; si no, la Purísima Concepción
Como dice la letra de la sevillana clásica, dos poderosas naves se están batiendo: la nave de los contagios va al abordaje; la otra, la de las restricciones a la ciudadanía para evitar contagios, va huyendo. El alcalde de Sevilla, Juan Espadas, está dispuesto a preparar el escenario para esa naumaquia con la que entretener la espera de las vacunas: farolillos y luces por la calle, bares decorados como casetas y los sevillanos haciendo de figurantes de su propia ciudad, conforme a la petición del concejal Paéz de que las mujeres vistan de gitana y los hombres, de corto. Todo como si fuera la Feria, pero sin ser Feria. Invención en toda regla de la que no se sabe el resultado final, como esos pintores malos que se atreven con el cuadro sin saber cómo les quedará. Muy probablemente vaya a salir un churro, tan propio de la Feria, por otra parte. Es muy loable el empeño de ayudar a los sectores afectados al suspenderse la fiesta por segundo año consecutivo, pero la mamarrachada de hacer una Feria sin Feria rebasa todos los límites de la elegancia y de la proporción de las cosas de las que Sevilla siempre ha presumido.
Tras presionar a Antonio Narváez, compañero del TC, para apartarlo de las deliberaciones sobre el proceso separatista, el magistrado Conde-Pumpido cae ahora víctima de sus propias contradicciones. En el pasado, Narváez hizo unas afirmaciones críticas con el independentismo, y si eso le contaminaba para sentenciar, debía ocurrir lo mismo con Pumpido, que siendo fiscal general había hecho otras aún más duras. Sin embargo, hasta ahora se resistía a abstenerse y tensionaba al Tribunal. No quería aplicarse a sí mismo lo que exigió a otro magistrado. Era impensable que su doble vara de medir le permitiera evaluar esos recursos... y a Narváez, no. Habría sido regalar bazas al ‘comando Puigdemont’. Lo peor, la imagen que deja el TC, los manejos de su presidente y de Pumpido, y un triunfo parcial del independentismo que era innecesario.