ABC (Sevilla)

Rompiendo tópicos en Andalucía

-

de pequeña se le dieron bien los libros. Acabó la secundaria con matrícula de honor, y al matricular­se en la Facultad de Enfermería oyó murmullos de que para lograr su buen expediente había tenido el listón muy bajo por tratarse de un instituto en zona marginal. Pronto demostró que nadie le había regalado nada: en los cuatro años de Enfermería sólo le quedó una asignatura para septiembre. Hoy trabaja en el centro de salud Blas Infante de Coria del Río, donde estos días pone vacunas contra el Covid. «En el mundo gitano hay mucha gente que quiere prosperar, pero no siempre tiene oportunida­d», afirma Lorena. «Yo les digo que se puede, que el futuro te lo labras tú mismo. Es más complicado para nosotros porque normalment­e el ambiente no incita a ello, pero hay que luchar contra corriente», afirma.

Ella sabe de eso. Dice haber superado un triple obstáculo: ser mujer, gitana y de barrio marginal. «La sociedad es racista y machista, y lo seguirá siendo», sostiene. Ella, que no tiene rasgos gitanos, prefería no comentar su condición en la facultad porque «la gente te pone enseguida el sambenito». Hasta que un día hubo una alusión en clase poco favorable para la etnia y ella se levantó y reveló suu raza. «Noté rechazo enn algunos alumnos que a partir de entonces mar-caron distancia conmi-go, en el profesorad­o paraa nada. En mi trabajo tampoco he tenido problemas», dice.

Ejemplo paterno

Lorena está muy orgullosa de su condición gitana, que personific­a en su padre. «Mi concepto de gitano es mi padre. Es un ejemplo de bondad y defensa de la familia. Sin él no hubiera llegado donde estoy, él confiaba en mí y me transmitió esa confianza», explica. «Me llevaba a la facultad todos los días y me intentaba quitar las piedras del camino. Me ha ayudado económicam­ente, igual que mis hermanos. Él pertenece a una generación en la que muy pocos gitanos pudieron estudiar».

Juan Peña Fernández también pertenece a esa generación. El próximo día 27 se cumplirán 73 años desde que este gitano naciera en Jerez, en la calle Nueva, zona de convivenci­a entre gitanos y payos. Su padre era jornalero y trabajaba en el campo de forma eventual. Juan se crió en una humilde casa de vecinos que compartían gitanos y payos, y no recuerda tensiones por ello. «Había las clásicas rencillas y peleas, pero no tenían que ver con la raza. Allí no se usaba la palabra gitano como reproche. Sabíamos cómo éramos unos y otros y nos respetábam­os», explica.

Su ilusión de pequeño era ser abogado, pero las penurias económicas y la eventualid­ad en el trabajo paterno, que obligaba a la familia a desplazars­e al campo para la recolecció­n, convertía los estudios en una quimera. Hasta que con 19 años su padre logró un empleo fijo «y ahí se acabó la pobreza», recuerda. Con esa edad estudió alfabetiza­ción en un grupo escolar adscrito a la casa parroquial, donde cursó los estudios primarios mientras trabajaba de peón de fontanero. Posteriorm­ente estudiaría la carrera de Graduado Social y, una vez terminada, cumplió su sueño de estudiar Derecho. Se licenció con 34 y con tres hijos en el mundo.

Juan cree que la situación ha mejorado mucho en Jerez, donde «hoy es raro el pequeño que no está escolariza­do. No es que haya más accesos a la educación, que siempre lo hemos tenido. Lo que ocurre es que ahora se estudia más porque hay más estabilida­d laboral. Yo no iba al colegio no porque no quisiera, sino porque me tenía que ir con mi familia al campo».

No cree que su condición de gitano le haya perjudicad­o en su carrera profesiona­l, que se ha centrado mayoritari­amente en los asuntos matrimonia­listas. «Creo que la mayoría de los clientes no sabían b que soy gitano. En una u ocasión, un cliente gitano, gi mayor que yo y por p tanto más inteligent­e, te me dijo educadamen­te al terminar el pleito si me m podía hacer una pregunta gu personal. En realidad no era una pregunta, sino una afirmación. ‘ Usted es gitano. Me di cuenta en cuanto entré en su despacho’, me dijo. . Es verdad eso de que los s gitanos nos reconoce- mos, aunque también hay y mucho equívoco con n eso», afirma Juan. Recuerda que cuando terminó la a carrera le ponían de ejemplo en el co- lectivo calé, pero Juan siempre ha de- fendido la normalidad de que un gita- no afronte los estudios. «No somos s una reserva india», afirma, «yo pien- so como persona, no como gitano. Es- toy orgulloso de ser gitano, pero es una circunstan­cia, no se elige. No me condiciona ni social ni profesiona­lmente, en el momento en que se hace una distinción por ser gitano ya significa una discrimina­ción», asegura.

Día Internacio­nal del Gitano

Selectivid­ad con 37 años

Rocío Santiago Cortés también comenzó tarde sus estudios de Magisterio, a los 37 años. En su caso la motivación no fue una vocación temprana, sino algo espiritual. Esta cordobesa del barrio de la Fuensanta, casada con el guitarrist­a Pepe Toques, trabajaba en Sadeco como empleada de limpieza. Cuando vivía en La Línea descubrió la Iglesia evangélica y sintió la llamada de Dios. Tras realizar la selectivid­ad, comenzó la carrera de Magisterio con la ilusión de ser profesora evangélica. Hoy, retornada a su Córdoba natal, lleva 16 años impartiend­o esta doctrina en seis colegios de la ciudad, atendiendo a un centenar de niños y contenta de haber alcanzado la meta que se propuso. Las ganas de formarse no se han apagado, y este año cursa tercero de Teología. Su marido es pastor en la iglesia evangélica de La Torrecilla, conocida como «el Templo».

Rocío no se ha sentido discrimina­da por su condición de gitana, aunque a veces le molesta que den por hecha su vinculació­n con el flamenco por pertenecer a esta etnia. Para ella, ser gitano es «ser una persona como otra cualquiera, que ama la vida, se preocupa por su familia y tiene sus metas. Es fiel a sus conviccion­es y ama a Dios, que es su máxima prioridad».

La fe evangélica tiene una gran aceptación en esta etnia. Rocío lo achaca a que «el gitano es una persona que se da de corazón, y la palabra del Señor está en el corazón. La Iglesia evangélica está muy extendida en mi raza y las consecuenc­ias son muy beneficios­as, porque nos ha ayudado a ser mejores personas», explica. Ella recomienda a los gitanos «que estudien, sean valientes y se formen, no importa la edad. Y que busquen a Dios y se entreguen a Él. Con Dios todo es posible».

«El coletivolt­i gitanoit sigue sin gozar de las mismas oportunida­des que el resto de la sociedad»

«El gitano es una persona cualquiera, alguien que ama la vida, se preocupa por su familia, es fiel a sus conviccion­es y tiene metas»

 ?? VALERIO MERINO ??
VALERIO MERINO
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain