TODO IRÁ BIEN
La dignidad del Hombre no viene de los Derechos Humanos sino de los Diez Mandamientos, y de que la vida es sagrada
El problema no fue Erdogan sino las maneras de cochero del presidente del Consejo Europeo. Tomó asiento antes que la dama. Ceder el paso a las señoras y no sentarte hasta que ellas se sientan es una formalidad elemental. También levantarse cuando ellas se levantan. Con los turcos tenemos que contar, con los sarracenos. La tragedia es una Europa que ha renunciado a su tradición educada. El feminismo odia a las mujeres lo mismo que los turcos, es la misma falta de respeto. El desplante a la señora Von der Leyen se lo dio su supuesto aliado, grosero, ignorante, que no atendió a la norma más básica de cortesía. La presidenta de la Comisión fue víctima de aquello por lo que tanto han luchado Irene Montero y Lucía Méndez. Cuando los resortes de la Civilización desaparecen, la barbarie es cuestión de tiempo. Con un hombre educado en la sala, a Erdogan le habríamos devuelto el desaire por quintuplicado, la señora presidenta se habría sentado a su lado, y hoy estaríamos celebrando la superioridad política, moral y espiritual de Occidente. Otra victoria de la cristiandad. Pero ni la libertad ni Dios –que es lo mismo– comparecieron y no podemos celebrar absolutamente nada. Cada vez que la Civilización renuncia a sus raíces, a su fe y a su aprendizaje acumulado, un turco a lo lejos galopa hacia nosotros con su espada en la mano. Es de hipócritas escandalizarse de lo que haga un otomano. ¿Cuándo dejamos de llamarlos infieles? ¿Cuando dejamos de ser fieles a lo que somos? Que la señora Von der Leyen no tuviera asiento no tiene que ver con que Erdogan sea un tirano sino con que las administraciones socialistas dejaran en Cataluña de felicitar la Navidad para felicitar el ‘solsticio de invierno’. La dignidad del Hombre no viene de los Derechos Humanos sino de los Diez Mandamientos, y de que la vida es sagrada. Es de débiles no saber convertir la ofensa en el arma que fulmina a tu enemigo, y los débiles son los que no entienden lo que son ni lo que defienden. Nosotros somos débiles. Expulsamos a Dios de las aulas y hoy un pobre tonto belga –hay que ver a quién mandamos– no sabe ni cómo sentarse.