Sevilla y sus casas de la gula
Sevilla llegó a tener más de treinta casas de gula entre los siglos XVI y XVII. La más famosa fue el Corral de los Olmos, aunque existió una Casa Román y otra del Vizcaíno. Busco por los archivos la del Cateca y la del Tremendo
Andurreando por el centro he descubierto la existencia de una taberna —«Casa de Gula»—, que ha reivindicado el nombre de los antiguos bodegones sevillanos del Siglo de Oro, tal como los encontramos en las
plares de Miguel de Cervantes, en
Arenal de Sevilla de Lope de Vega o en
La mala vida en la Sevilla de 1600 del jesuita Pedro de León, entre otros. ¿Y qué eran las casas de gula exactamente? Por supuesto, eran establecimientos donde se podía comer y beber, pero además disponían de habitaciones que se ofrecían por horas para que los clientes pudieran disfrutar de momentos de solaz, bien antes o después de las comidas. No eran ni pensiones ni casas de citas, pero sin duda fueron un cruce entre ambas, para escándalo de tirios y alborozo de troyanos.
El (1726) recogía como una de las acepciones de gula: «Se llama en Andalucía al bodegón», lo que nos lleva a buscar la definición de bodegón en la misma fuente: «El sótano, ó soportal en que se hace y guisa de comer à la gente pobre y ordinaria; y porque se ponen mui comúnmente estos puestos à las puertas de las tabernas y bodegas de cosecheros, para que los que entran à beber tomen alguna cosa que les sirva de materia, pudo tomar el nombre de la palabra Bodega». Sin embargo, la particularidad sevillana consistió en que a las casas de gula acudían muchas mujeres con la finalidad de ganar algún dinerito y no precisamente cocinando, tal como lo describió Joaquín Guichot en su
(1873), citando una orden del ayuntamiento de 1603, porque en las casas de gula se daba «de comer y de cenar á todas horas á hombres y mujeres, y si lo pagan bien, también se les da cama, lo cual es en gran deservicio de Dios. También en ellas se hacen conciertos entre rufianes, bellacos y malandrines, de que resultan muertes, robos y toda clase de infracciones de la ley y de ofensas á las buenas costumbres”. Por eso en 1629 el ayuntamiento de Sevilla dictó un bando contra las casas de gula, prohibiendo que entraran en ellas «mujeres que ganasen por sus personas» y sobre todo las «casadas con maridos ausentes», a las cuales se les multaba con 600 maravedíes y a los propietarios de las casas de gula con 400 maravedíes.
La casa de la gula más famosa de Sevilla fue el Corral de los Olmos, que según el cervantista Francisco Rodríguez Marín quedaba entre el palacio arzobispal y la calle de Mateos Gago. Así, en El rufián dichoso (1615) Miguel de Cervantes escribió: Del gran Corral de los Olmos / do está la jacarandina, / sale Reguilete el jaque, / vestido á las maravillas. Luis Vélez de Guevara también lo mencionó en El diablo está en Cantillana (1622): Dime un filo en el Corral / de los Olmos, y una mandria / tuvo no sé qué conmigo, / sobre si pasa o no pasa; / llevo una mojada á cuenta, / siguióme la gurullada, / no pude tomar iglesia / ni embajador, y en las ancas / de la mula de un doctor / me escapé con linda gracia. Y en el «Romance del testamento de Maladros» (1570) recogido por Juan Hidalgo en sus
(1779) leemos cómo un jayán deseaba ser enterrado en aquella famosa casa de gula: Quiero y es mi voluntad / que muca la fría tierra / en el Corral de los Olmos / do se junta la braveza.
Sevilla llegó a tener más de treinta casas de gula, de las cuales tenemos noticias dispares. Por ejemplo, se sabe que existió una en la calle Alhóndiga, otra en la calle de la Pajarería (hoy Zaragoza), otra más en la calle de los Tintores (actual Joa
PILAR FRAILE
Alianza Madrid, 2020
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