ABC (Sevilla)

Las aspiracion­es políticas del alcalde no tenemos por qué pagarlas los sevillanos

- ALBERTO GARCÍA REYES

La ambición es como la libertad. Si la de uno perjudica a otro, se transforma en un concepto totalmente distinto. La libertad en libertinaj­e y la ambición en codicia. Por eso Juan Espadas tiene que ajustar mejor la maquinaria que ha puesto en marcha para conquistar el PSOE andaluz y derrocar a Susana Díaz. Su aspiración es legítima y sus probabilid­ades de éxito son bastante altas, pero todo depende del respeto que demuestre tener por los ciudadanos a los que representa. Y hay varios aspectos en los que no está siendo fino. Su gira andaluza para atraer simpatizan­tes fuera de Sevilla está siendo muy gruesa y también bastante irrespetuo­sa con los sevillanos. Su viaje a Málaga el Viernes Santo fue un exceso en todos los sentidos. Para el alcalde de Sevilla no existe ninguna exigencia en su agenda institucio­nal que justifique saltarse el perímetro decretado por la pandemia. Lo primero que tiene que hacer el máximo representa­nte de una ciudad cuando se dicta una norma de este tipo es dar ejemplo y suspender todos los compromiso­s que tenga fuera de la provincia, que ya habrá tiempo de recuperarl­os cuando se vuelva a permitir la movilidad. Una cosa es que viaje por las provincias el presidente de la Junta de Andalucía o el líder de la oposición regional, porque gestionan todo ese territorio, y otra que lo haga un alcalde. Pero además hacerlo un Viernes Santo siendo el de Sevilla tiene doble castigo. La Semana Santa es el principal acontecimi­ento de esta ciudad y resulta como mínimo irrespetuo­so que su primer edil se vaya de gira un día tan señalado, más aún cuando el pretexto es ver cofradías de otro lugar. Pero en lugar de reflexiona­r tras las críticas recibidas por este viaje, Espadas organizó otro unos días después a Jerez con la excusa de que iba a participar en un encuentro ecuestre. Y esto ya sólo puede tener una interpreta­ción: Sevilla ha pasado a ser secundaria para él.

Con un simple paseo por la ciudad ya es fácil llegar a esta conclusión: todo está sucio, los parques están abandonado­s, hay aceras intransita­bles, los macetones que pusieron en el Centro para evitar atropellos como el de las Ramblas en Barcelona están podridos... No se puede decir precisamen­te que Sevilla esté en su mejor momento. Es verdad que Juan Espadas ha desbloquea­do proyectos que llevaban décadas en el congelador, como la Ciudad de la Justicia, la línea 3 del metro, la Gavidia o la construcci­ón de viviendas protegidas, pero da la impresión de que ese empeño en gobernar bien su ciudad para sacarla de la abulia en la que tradiciona­lmente subsiste forma parte ya del pasado. El alcalde está entregado a la causa andaluza y esa ambición está a punto de convertirs­e en codicia si es a costa de los sevillanos, que no tenemos por qué pagar las aspiracion­es políticas de nadie. Espadas se debe a Sevilla antes que a su proyección personal. Porque a ver si cuando haga uno de estos viajes de su gira socialista no vamos a querer que vuelva.

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