¿Por qué el proceso de Mineápolis no se limita a juzgar la trágica muerte de George Floyd?
urante lo peor de la pandemia, Estados Unidos ha vivido una especie de tregua. Los desproporcionados niveles de violencia, que desde su fundación caracterizan a esta república de gatillo tan fácil, se vieron temporalmente reducidos como si el país no pudiera hacer frente a dos tragedias simultáneas. Toda esa letal severi
Ddad tan americana aminoró su ritmo y se trasladó al terreno de la política con la incitación de Trump y el ímpetu de movimientos extremistas de derecha e izquierda.
Con la llegada de la primavera, los tiroteos indiscriminados y los casos de brutalidad policial han retornado hasta sus niveles habituales. Esta catástrofe consentida resulta vergonzosamente familiar sin que un cambio en la Casa Blanca vaya a suponer mucho. Lo único diferente es el juicio iniciado en la ciudad de Mineápolis contra el expolicía Derek Chauvin por el asesinato de George Floyd, el afroamericano de 46 años cuya muerte por asfixia a manos de un policía fue grabada en video y distribuida a través de internet, provocando protestas literalmente por todo el mundo.
El proceso se limita a lo ocurrido el 25 de mayo del año 2020 cuando George Floyd terminó perdiendo la vida tras utilizar un billete falsificado de 20 dólares para pagar en un supermercado por unos cigarrillos. Sin embargo, de puertas para afuera el proceso de Mineápolis gira en torno a la forma en que las fuerzas policiales operan en Estados Unidos. Y sobre todo la violencia que de forma desproporcionada sufren la minoría afroamericana a manos de los teóricos servidores de la ley.
El caso de Derek Chauvin forma parte de la frustrante saga que durante las últimas tres décadas ha dejado en evidencia la contumaz división racial americana. Desde Rodney King hasta todos esos sangrientos vídeos imposibles de explicar en una democracia avanzada. Con el agravante de impunidad, ya que este tipo de agresiones policiales raramente son enjuiciadas y mucho menos generan veredictos de culpabilidad. Por eso, además de justicia, el veredicto que adopte el jurado popular sobre la muerte de Floyd puede ilustrar las posibilidades de mejorar el enrarecido y divisivo clima político/social de Estados Unidos.