ABC (Sevilla)

Sólo nos faltó imprimir, maestro

José Antonio Viloria (1940-2021) Fue un fotógrafo sevillano referente para otros destacados profesiona­les

- SERGIO CARO CADENAS

no nunca sabe cómo empezar a decir todo lo que siente después de que la vida, con su liturgia inefable de que todo es perecedero, me hubiera atravesado con un disparo. Y aunque lo esperaba hacía tiempo, me ha sorprendid­o a lo mejor ensimismad­o en el día a día. Ensimismad­o en nada. La muerte de José Antonio Viloria me ha estremecid­o hasta los más profundo. Y lo sé porque de sus fotos y sus clases aprendí lo que era el estremecim­iento. A José Antonio Viloria lo conocí cuando yo era aquel joven indiscipli­nado que soñaba con viajar. Comenzó siendo mi profe y después de verlo empuñar tanta sabiduría, se convirtió en mi maestro. Y él lo sabía. Y me mostró que su pasión por las celebracio­nes ri

Utuales no provenían de su fe, como del circo de rostros y cuerpos desvencija­dos que discurrían debajo de aquel boato. Como decía Viloria, ahí estaba la verdadera vida, la que él acabó escogiendo para eludir el cerrojazo de la muerte y así poder continuar con aquel suntuoso teatro. Desenfunda­ba y encuadraba como en el lejano oeste. Por eso luego sus fotos eran tiras de caricatura maravillos­as donde los desvaídos y los amantes recelosos se consagraba­n delante de beatas descuidada­s, o donde los más devotos, con sus vestimenta­s impecables, acababan al final amodorrado­s como cualquiera en hombros de cualesquie­ra. Fotos sin envanecimi­ento, fotos de una humanidad natural y en las que él también se vio retratado.

Tenemos cosas pendientes, pero ya no responde. No he podido quedar con él en el Portón, que era su sitio. Nunca me dijo que no me aventurara. Su lección era otra: «Vete donde tengas que irte, pero procura siempre saber el camino para volver y no quedarte varado en el mundo tenebroso del ego que siempre tentó a esta profesión. Pero sobre todo para volver con los tuyos». Este era su mandamient­o. Esto lo guardé en lo más profundo de mi corazón, porque luego después siempre he querido regresar a mi casa cuanto antes. Regresar con mi mujer y mis hijos, con mis amigos, con mi familia, antes de perecer en el oficio. Como hizo siempre él con la suya.

La última peripecia de Viloria fue una impresora. Me decía que si no llevabas las fotos al papel, allí mismo empezaban a evaporarse. Estaba tan empeñado que quizá fue porque vio su propia estela haciendo cola para viajar al cielo, a la nube. Pero no tuvo tiempo. Sólo nos faltó imprimirlo. Gracias, maestro.

De su alumno menos rentable, con todo mi corazón:

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SERGIO CARO CADENAS

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