Las destituciones
ca y hundimiento publicitario: el reportero acompañó a unos adolescentes a un viaje pagado (unos 5.500 dólares, 4.500 euros, por cabeza) a Perú, para enseñarles innovadoras iniciativas de tratamiento médico en comunidades desfavorecidas.
En ese viaje, McNeil usó algún epíteto racista en el contexto de una conversación precisamente sobre lenguaje discriminatorio, y dijo que no cree que haya un trato de privilegio a los blancos hoy por hoy en su país. El sitio web ‘ The Daily Beast’ publicó el año pasado un reportaje sobre esas conversaciones, tras hablar con los estudiantes. McNeill, que en un principio se defendió, acabó perdiendo el puesto, después de que más de 150 compañeros de redacción exigieran que le amonestaran en una carta abierta.
Opiniones de colaboradores
En junio de 2020, en el pico de la pandemia, la misma redacción forzó la salida del director de la sección de Opinión del diario, James Bennet, por publicar un artículo firmado por un senador republicano. El artículo se titulaba ‘Enviad ya las tropas’, y esencialmente su tesis se resume en que el senador, aliado de Donald Trump, creía que los disturbios en las protestas raciales son equivalentes a una insurrección y debían ser ahogados por las Fuerzas Armadas. Coordinada en redes sociales, la redacción del ‘New York Times’ protestó alegando que la opinión del senador ponía en riesgo las vidas de los periodistas de raza negra. Según dijo Bennet en un artículo en el que tuvo que dar explicaciones, el senador y otros «defienden el uso del Ejército, y el público tendría más recursos para rebatirles si saben cuáles son sus argumentos, para poder responder con sus propio razonamiento». Esas explicaciones no sirvieron de nada. Se marchó, como los otros.
Pero la tormenta no acabó ahí. Unos días después, en julio, dimitió una periodista de la sección de opinión del mismo diario, Bari Weiss, que antes había trabajado en ‘The Wall Street Journal’ y que se definía como «centrista y liberal». Las opiniones de Weiss iban por lo general en contra de la ortodoxia de la izquierda estadounidense, la que al fin y al cabo lee el ‘New York Times’. Cuando era criticada en redes, a veces con amenazas y calumnias de alto calibre, en su redacción Weiss solo halló un sepulcral silencio, y eso en el mejor de los casos. Se fue con una larga carta en la que dejó escrita una famosa frase: «Twitter no está en la cabecera de ‘The New York Times’. Pero Twitter se ha convertido en su más poderoso editor».
Según Weiss, el diario de referencia es «cada vez más, referencia de quienes viven en una galaxia muy lejana, cuyas preocupaciones están profundamente alejadas de la vida de la mayoría de las personas. Es una galaxia en la que, por elegir sólo algunos ejemplos recientes, el programa espacial soviético es alabado por su ‘diver
El precio de la incorrección política
El ‘New York Times’ ha ido despidiendo o forzando dimisiones de periodistas acusados de ser demasiado conservadores
No defiendan las estatuas El director de ‘The Philadelphia Inquirer’ tuvo que dimitir por una columna que pedía que no se vandalice esculturas
sidad’; se aprueba el acoso en internet de adolescentes en nombre de la justicia, y los peores sistemas de discriminación en la historia de la humanidad incluyen a los EE.UU. junto con la Alemania nazi».
El caso de los adolescentes es, probablemente, una referencia a Nicholas Sandmann, un menor de edad acosado en redes en 2019 después de que se viralizara un vídeo suyo en el que aparecía plantado con una mueca y en silencio ante un miembro de una tribu nativa americana que protestaba ante el monumento a Lincoln en Washington. Sandmann, que llevaba una gorra de apoyo a Trump, siempre mantuvo que no se burló y por eso presentó varias demandas contra los principales medios de EE.UU., incluido el ‘New York Times’, por difamación. En la mayoría de casos, ha sido indemnizado sin ni siquiera ir a juicio.
Días antes, el director del diario ‘The Philadelphia Inquirer’, Stan Wischnowski, había dimitido por la publicación de una columna de opinión de la crítica de arquitectura Inga Saffron, que se titulaba ‘Los edificios también importan’, un juego de palabras con el lema de la protesta racial, «Las vidas negras importan». En los disturbios que surgieron ocasionalmente se vandalizaron algunos edificios y estatuas, y eso llevó a Saffron a pedir que se preservaran construcciones de especial valor histórico y artístico. Como Saffron no era más que una colaboradora, parte de la redacción de ‘The Philadelphia Inquirer’ pidió el relevo del director, que logró en bandeja.
Aquello fue en los primeros días de la protesta, y la intensidad de la campaña no decrece. Ahora, tras el despido de Alexi McCammond en ‘Teen Vogue’, han aparecido en redes sociales mensajes de tono racista de una de las empleadas de la revista. Se trata de Christine Davitt, que trabaja en el equipo de redes y en 2009 empleó unas cuantas palabras insultantes para referirse a una persona de raza negra. Se da además la circunstancia de que Davitt fue una de las periodistas que con más insistencia pidieron el despido de McCammond, acusándola de racismo. Aun no ha dado explicaciones sobre sus mensajes en Twitter.
La todopoderosa directora de la influyente revista ‘Vogue’ y coordinadora editorial del grupo Condé Nast, Anna Wintour, había respaldado con inusuales elogios la elección de la nueva directora de ‘Teen Vogue’, Alexi McCammond, que tuvo que dejar el cargo en medio de la controversia