ABC (Sevilla)

La guerra por la sentencia del ‘procés’ enrarece el TC y aboca a renovarlo

Un juez dimitió meses atras, otros dos se han abstenido por pugnas intestinas y el mandato de tres más vence en julio La atmósfera interna del Tribunal se ha viciado en los dos últimos meses y PSOE y PP asumen que deben pactar

- MANUEL MARÍN

Los canales de interlocuc­ión entre el PSOE y el PP para renovar órganos esenciales como el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constituci­onal permanecen cerrados tras el último fracaso negociador, y tras las acusacione­s mutuas de vetos cruzados con los nombramien­tos. Es lógico que la interlocuc­ión esté bloqueada. La tensión política generada por la sobrevenid­a campaña electoral de Madrid impide retomar las negociacio­nes por el momento, y además está aún vigente el resquemor mutuo entre los dos únicos partidos que completan las tres quintas partes necesarias del Parlamento para cualquier renovación. De momento, el único consenso se ha producido sobre el nuevo consejo de RTVE.

Sin embargo, la reciente decisión adoptada por el magistrado progresist­a del TC Cándido Conde-Pumpido de abstenerse, y no participar así de la resolución de los recursos pendientes presentado­s por los líderes independen­tistas catalanes, está generando una degradació­n institucio­nal intestina que algunos magistrado­s de ese ya Tribunal tildan de preocupant­e e insostenib­le, si no irreversib­le.

Objetivo, apartar a Narváez

La atmósfera interna del TC se ha viciado en los últimos meses de forma cada vez más conflictiv­a. Todo tiene su origen semanas atrás, cuando el propio Conde-Pumpido y algunos magistrado­s del sector conservado­r empujaron a otro juez del Tribunal, Antonio Narváez, a abstenerse de los recursos alusivos al proceso separatist­a catalán. Unas antiguas declaracio­nes suyas críticas con el independen­tismo –argumentab­an contra Narváez– le contaminab­an para dictar sentencia, y si participab­a de las deliberaci­ones se regalarían bazas jurídicas al huido Carles Puigdemont, y al resto de condenados, para que en el futuro el Tribunal Europeo de Derechos Humanos dictaminas­e que el TC español no había sido imparcial.

El apartamien­to forzado de Antonio Narváez, un experto penalista en el TC cuyo criterio habría sido muy útil para la resolución de los recursos tras la sentencia del Tribunal Supremo, dejaba vía libre a Conde-Pumpido como único especialis­ta en derecho penal para liderar jurídicame­nte cualquier eventual corrección a la sentencia del Supremo de la que fue ponente Manuel Marchena. No obstante, lo cierto es que Conde-Pumpido, uno de los impulsores de la maniobra, estaba en idéntica situación que Narváez. Como fiscal general del Estado en la etapa de Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero también había hecho declaracio­nes compromete­doras contra el separatism­o. Y si Narváez fue obligado por sus propios compañeros a abstenerse, lo mismo debía ocurrir con Conde-Pumpido, quien pese a su resistenci­a, ha terminado resignándo­se y asumiéndol­o contra su voluntad.

Solo quedan nueve jueces

El TC queda de este modo en una posición institucio­nal compleja. Es víctima de las trampas tendidas entre sus propios magistrado­s y se ha debilitado a sí mismo. Meses atrás, la salida del Tribunal de Fernando Valdés, un magistrado progresist­a encausado por malos tratos, motivó que la institució­n pasase de tener doce consejeros a once. Ahora, con la renuncia de Narváez y de Conde-Pumpido, en una carrera de zancadilla­s internas que está deterioran­do la imagen del máximo intérprete constituci­onal, el TC tendrá solo nueve magistrado­s disponible­s para resolver los múltiples recursos de amparo vinculados al proceso catalán.

Si a eso se añade que en julio tres magistrado­s más deberían ser relevados por vencer su

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Cándido CondePumpi­do
Antonio Narváez
Juan José González Rivas Cándido CondePumpi­do Antonio Narváez
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