«Soy impulsiva, caótica y no pienso demasiado las cosas»
La cantante madrileña presenta ‘La isla de los mosquitos’ en el teatro de Triana este sábado 17 de abril
Tiene una agresividad inmensamente dulce en la voz, y eso, junto a sus letras, tan etéreas, engancha a cualquiera. A Travis Birds habrá quien no le ponga rostro, pero los que han visto la serie ‘El embarcadero’ seguro quedaron encantados con la canción con la que abre cada episodio. Fueron sus ‘Coyotes’, de hecho, el gancho para que muchos descubrieran ese universo frágil donde todo parece quebrado y nada llega a romperse del todo. «Ojalá vuelva a suceder algo similar con un producto audiovisual. La respuesta del público y de los medios está siendo increíble desde entonces», comenta la cantante madrileña, que presenta este sábado 17 de abril su último disco, ‘La isla de los mosquitos’, en el teatro de Triana a las 20 horas.
De niña, se presentaba a concursos literarios con poemas breves. Creció, el mundo empezó a incomodarle y en el año 2012 tornó su biografía aún por hacer en una dirección alternativa a la que se le presuponía habiendo estudiado diseño gráfico. «Algunas de las canciones que compuse al inicio, sin tener siquiera la conciencia de estar haciendo canciones, han perdurado. Esa época la recuerdo con cariño. No tenía pretensiones, pero la música me llenaba más que otra cosa, hasta que se convirtió en un objetivo vital fuerte. Así ha ido sucediendo todo, por impulsos».
Junto a Benjamín Prado, homenajeó a Joaquín Sabina con la grabación de ‘19 días y 500 noches después’. «Si alguien puede reescribir ese clásico es él. Ha sido un reto y un regalo del que he aprendido, aunque al principio tuve algo de miedo...».
En la palabra lorquiana, además, se le agolpan todos sus anhelos y querencias: «Federico es mi poeta de cabecera. No soy ninguna entendida en poesía, pero al final es el que más me inspira, el que me ha acompañado hasta hoy», asegura.
En lo que a la música se refiere, sus referencias se expanden y crean extrañas combinaciones. La banda sonora que le ha puesto melodía a sus días de infancia, adolescencia y adultez sin llegar nunca a emanciparse de sus oídos, curiosamente, es la voz de Carlos Cano, «porque mi padre es andaluz y siempre lo hemos estado escuchando en casa. Es una de esas influencias que mantengo y que nunca se irá. Me encanta Pink Floyd, Jorge Drexler, Extremoduro, Amy Winehouse, Chet Baker... Todo muy dis