ABC (Sevilla)

De vuelta por Las Pajanosas

«Comida más que correcta, servicio de los que te sacan una sonrisa, y reencuentr­o con el pasado»

- MENTAPICAD­A

Llevábamos años sin cruzar por Las Pajanosas, en concreto desde que se inauguró la nueva autovía de la Plata, que dejaba a un lado atascos, pero también la gastronomí­a de todos esos pueblos que cruzábamos: El Ronquillo, Santa Olalla, Monesterio, Almendrale­jo… y es que el progreso tiene sus peajes, nunca mejor dicho.

¿Y cómo es que hemos vuelto? Porque el viernes de Dolores era imposible reservar ninguna mesa en Sevilla o en el Aljarafe, y por no incumplir los cierres provincial­es nos quedamos en esta pedanía de Guillena, aunque lo que de verdad nos apetecía era tirar para Aracena.

El restaurant­e está ubicado en un edificio en forma de castillo (verídico) pero al sentarnos en su terraza, lindante con un campo de olivos, se nos olvidan hasta las estatuas que coronan el torreón, y nos trasladamo­s a una venta, con una amplia terraza, bastante cuidada y hasta con mesas vestidas con manteles. Lo primero que nos entra por los ojos es una maravillos­a camarera que te predispone y te hace olvidar el paseíto huyendo de la ciudad. Además de encantador­a, es de esas capaces de venderte un abanico en pleno invierno: alegre, cercana, pero también profesiona­l. Y realmente es ella quien decide lo que vamos a tomar. Así empezamos con una generosa tapa de al parecer una de sus especialid­ades. Patatas, gambas y mayonesa, nada más. Buena, pero las gambas se quedaron sosas al cocerse. A continuaci­ón, nos llegan unos buenos

y unos correctos que hubiésemos preferido sin el aceite añadido. Y es que si no es excepciona­l resta más que suma. Con puntualida­d británica aparece un pargo muy bueno, excelente de punto y de sabor. Por ponerle un pero, la guarnición no está tan cuidada. Terminamos la comida con un

de esos que entran por los ojos. Lo acompaña la consabida salsa, sabrosa pero sin ser pesada. Y auténticas

en un número generoso. Un acierto. Los postres aquí son los que se imaginan:

tas ensaladill­a de gambas, mejillones al vapor berberecho­s caíto al whisky, mantepatat­as friflan casero, arroz con leche, crema catalana…

Sobremesa tranquila, con niños jugando alrededor, sin prisas, sin borrachera­s cercanas, ni ruido de tráfico (que esa es otra de las cosas buenas de que la Autovía vaya por otro sitio). Comida más que correcta, servicio de los que te sacan una sonrisa y reencuentr­o con el pasado. No se puede pedir más a un viernes de Dolores tan atípico por la ciudad.

* Por motivo del COVID-19, es convenient­e confirmar horarios antes de acudir

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ABC El restaurant­e, ubicado en un edificio con forma de castillo, tiene comedor y terraza
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Interior del nuevo Barrabar’s

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