El hombre que ordenó la Archidiócesis
Llegó para suplir la alargada sombra del cardenal Amigo y, en el pontificado más corto en un siglo en la Archidiócesis, ha hecho un rearme total desde la ortodoxia
El pontificado de monseñor Asenjo ha sido el más corto de la historia de la Archidiócesis de Sevilla en el último siglo. Poco más de una década que, no obstante, ha servido para rearmar el funcionamiento de la Iglesia hispalense, dotándola de orden económico y orgánico. Era el hombre fuerte del cardenal Antonio María Rouco Varela en la Conferencia Episcopal española, que vio en este obispo austero y ortodoxo un reemplazo perfecto para el carismático cardenal Carlos Amigo Vallejo.
Se curtió en Córdoba, una diócesis de menor calado pero con el peso específico que tiene en Sevilla la religiosidad popular. Y, cuando fue designado obispo coadjutor con derecho a sucesión, retumbaron los cimientos de una ciudad acostumbrada ya al talante, presencia y mano izquierda de Amigo. Se le brindó un recibimiento tan frío como fue la despedida del hombre que ocupó la sede de San Isidoro durante 30 años, que decidió retirarse a Madrid y viajar por América Latina, donde siempre tuvo una gran predicamento.
No se entendía entonces cómo al cardenal le aceptaban tan rápidamente la renuncia al cumplir los 75 años, cómo le imponían un coadjutor con derecho a sucesión y de doctrina y formas tan distintas a las suyas. La Nunciatura de la Santa Sede en España y la Conferencia Episcopal necesitaban que una de las principales diócesis españolas diera un giro de 180 grados en su funcionamiento interno. Y el elegido fue Asenjo, un hombre siempre vinculado a la curia, ortodoxo de la vieja escuela, algo más áspero en el trato sovirtió en la vestimenta habitual del clero secular.
El seminario
Entre las aspiraciones de Asenjo desde un primer momento estuvo darle un vuelco a la gestión del seminario. Tanto fue así, que el año que pasó como obispo coadjutor residió en el edificio de la Palmera, junto con los futuros sacerdotes. Una frase marcó el interés especial del arzobispo en el seminario: «Es la niña de mis ojos», comentó, porque «tener sacerdotes mañana es cuestión de vida o muerte».
Así, el centro metropolitano de Sevilla multiplicó en un 30% el número de seminaristas en un sólo año. Y, en ese ímpetu por crear un caldo de cultivo para nuevas vocaciones abrió el seminario menor, donde no son pocos los futuros sacerdotes que han entrado en estos años.
Facultad de Teología
Uno de los legados de los que más orgulloso se siente el prelado es haber conseguido para Sevilla la Facultad de Teología, una aspiración de la Iglesia desde hacía décadas y que ha llegado justo al final del pontificado de monseñor Asenjo.
Patrimonio
El arzobispo se va con los deberes hechos en cuanto al patrimonio. Todas las iglesias están abiertas y en buen estado de salud, salvo Santa Clara, que después de dos décadas de olvido por fin