Quince años del cambio radical: la Avenida sin coches
La peatonalización supuso recuperar la vía para el paseo y reducir la polución que ensuciaba los monumentos
ace algún tiempo los coches y autobuses circulaban por la avenida de la Constitución. Los vehículos de motor se paseaban por la principal vía de la ciudad por delante de algunos de los monumentos más emblemáticos de la ciudad como la Catedral y el Archivo de Indias. No hace tanto de eso. Ahora se cumplen quince de años del corte al tráfico para su peatonalización de esa calle que cambió radicalmente su fisonomía y su concepto.
¿Qué ha supuesto para la ciudad? Hoy no se concibe un centro histórico con coches. Las principales ciudades europeas tienen las calles de casco antiguo sin tráfico rodado. Una tendencia que en Sevilla llegó de la mano del alcalde socialista, Alfredo Sánchez Monteseirín, y que también estuvo envuelta en la polémica y la crítica cuando se realizó. Supuso un cambio radical en el concepto de esta calle con la instalación del tranvía y el carril bici. Fue la continuación de un proceso iniciado algunos años atrás con Sierpes, Tetuán y O’Donnell hasta llegar a la Plaza Nueva.
Todos los expertos coinciden en que la retirada del tráfico fue algo positivo: eliminó la contaminación de los vehículos pasando por delante de monumentos de gran valor histórico y supuso la conquista para los sevillanos y también para los turistas de la principal calle de la ciudad. Si antes sólo se podía caminar por sus estrechas aceras, el cambio hizo que la Avenida de la Constitución se recuperase para los ciudadanos. Se hizo, como di
Hcen algunos, más amable. Se ganó un paseo que antes no existía y se transformó una vía, antes muy distinta a la actual.
Sin embargo, cuando se pregunta a los expertos, la mayoría cree que quedan asignaturas pendientes y que la pavimentación que se puso no fue las más adecuada. La decana de los arquitectos, Cristina Murillo, está convencida de que supuso «un cambio de paradigma» a la hora de entender la ciudad porque se reservó todo el espacio para el ciudadano. Pero, aún así, cree que debería haber ido a más. Para Murillo, el tranvía debería llegar hasta Santa Justa. «En Nantes, por ejemplo, hay kilómetros de tranvía. No podemos esperar a un metro que va a tardar treinta años, hace falta seguir. No se puede quedar en actuaciones puntuales», dice.
Otra consecuencia de esa transformación es el alto nivel de ocupación. A veces, entre el tranvía, el carril bici, veladores y peatones, apenas cabe un alfiler. «El carril bici se ha quedado obsoleto porque la carga de personas es enorme. Sólo se puede utilizar a partir de las ocho», advierte Murillo.
Y a ello se suman otras pequeñas «pegas» que ponen los arquitectos. Para Murillo le falta algo de «respeto patrimonial» en cuanto a la pavimentación. «En verano te achicharras los pies. No está pensando para el clima de Sevilla. Eso podía haber estado en Dusseldorf o en Madrid», dice echando de menos más «uniformidad». Cree que habría sido necesario una «reflexión» acerca de la pavimentación o so