Sin inmunización
Piñole y Otero apuntan también a la dificultad para relevar turnos. Habla el primero de ellos: «Pasamos mucho tiempo sin hacer relevos, hay muchos problemas. Mi última campaña fue de seis meses cuando tendría que haber sido de tres. Tenemos que hacer PCR antes de volar del país y otra al llegar al puerto de embarque en un periodo menor a tres días. Ahora me toca una mañana en Galicia y otra en dos días en Algeciras».
Este joven oficial explica que la doble prueba de PCR exigida se debe «más a las navieras que a los Estados, porque no pueden arriesgarse a que les paren un barco y tener a la tripulación infectada». «En mi sector, el transporte de gas e hidrocarburos, los costes de flete por día son enormes. Hay muchos países, además, que se niegan a prestar asistencia si tienen muchos contagiados a bordo, como ya ha pasado. El mayor recelo lo estamos encontrando en los países caribeños, la mayoría de las islas tienen prohibidos los relevos».
Un sector oculto
Piñole navega por aguas del Caribe normalmente, mientras Iñaki Uria, marinero del vizcaíno Bermeo, lo hace en Costa de Marfil, donde está ahora en campaña de cuatro meses. Son casos opuestos. «Somos un sector muy oculto. Poca gente se preocupa de lo que nos está afectado porque no nos ven», reprueba Pablo. En cambio, Iñaki contrasta que a los marineros de altura en País Vasco se les inyectará la vacuna en verano al volver, pero sus relevos en tierra ya están todos vacunados.
Basilio Otero pone otra pega, además de la resistencia de las naciones a que llegue una tripulación afectada por el Covid, y es que «tampoco es lo mismo que enfermes en aguas de Angola que en las del Ártico». «Cualquier buque de la flota de altura va a tener muy complicada su atención médica», afirma Edelmiro Ulloa, quien añade: «Estos barcos están haciendo un confinamiento permanente a muchas millas de navegación de países españoles. Y de tierra. Y lo que podría ser para ellos una ‘gripecilla’, lo van a pasar, sin vacuna, como una grave dolencia».
Garat, también presidente de Europêche, la patronal pesquera europea, remacha: «Son gente dura la de la mar y con vocación. Pero nadie entiende por qué la Administración General del Estado no les atiende y los abandona. El pescado no viene volando al súper. Ellos han estado ahí en todo momento».