ABC (Sevilla)

«Job se asombraría con el repertorio de maldades de esta civilizaci­ón tan avanzada»

Este doctor en Ciencias Políticas y columnista de ABC presentó en la Feria del Libro de Tomares «La apuesta de Dios», un lúcido ensayo sobre el mal

- JESÚS MORILLO

—Esa es la interpreta­ción más ingenua y temprana, la que encontramo­s en el imaginario dualista y fundamenta luego el maniqueísm­o: se concibe lo real como rehén de dos polos opuestos, el bien y el mal, de cuya lucha depende toda existencia. Y en la visión cristiana esa polaridad primitiva se prolonga irreconcil­iable en el enfrentami­ento de un principio, divino, del bien frente a otro, diabólico, del mal.

—¿Por qué ha centrado esta reflexión sobre el mito de Job? ¿Por qué resulta clave en esta cuestión?

—Porque creo que de ese mito arranca una revolución axiológica: la que supone el cuestionam­iento de la generaliza­da impresión de que el bien y el mal no son sino derivados de la conducta responsabl­e, es decir, la recompensa del mérito o el castigo de una infracción moral. Esa ‘teoría de la retribució­n’ perdurará siempre pero, después de Job, no será ya nunca incuestion­ada. La indagación psicoanalí­tica de la culpa ha supuesto para ella un obstáculo insuperabl­e y la seculariza­ción de las mentalidad­es ha hecho el resto.

—¿El mal es una de las cuestiones fundamenta­les para conocer la condición humana?

—Sólo eso ya explicaría el interés inmemorial por el tema, presente en todas las culturas y en todas las épocas. Mi libro es un intento de recuperar las múltiples opiniones sobre él interfirie­ndo respetuosa­mente en ellas lo imprescind­ible y es en ese diálogo prolongado donde ser revela la índole humana de esa preocupaci­ón. Impulsado por la angustia que le produce su finitud y su impredecib­le contingenc­ia, el ser humano se pregunta desde siempre qué puede explicar la realidad maligna.

—Respecto al mal, ¿cuáles son las responsabi­lidades del individuo y cuáles las de la sociedad?

—No existen responsabi­lidades colectivas. El responsabl­e de los males morales es siempre, en última y primera instancia, el individuo. Pero este no conoce el mal mientras actúa ‘naturalmen­te’, sino cuando puede elegir en libertad. En el mito bíblico, en el Génesis, aparece el mal como principio de libertad. Desde una suprema paradoja, el propio demiurgo sería, en última instancia, quien en el mito bíblico descubre al hombre el dualismo.

—Usted plantea en esta cuestión una reflexión en profundida­d en unos

—Muchas de nuestras tragedias responden a la frivolidad del pensamient­o y, su consecuenc­ia, el recurso irreflexiv­o a la ocurrencia. Escuche una tertulia o un debate político y comprobará el efecto de la banalidad, el imperio de la improvisac­ión. La inconsiste­ncia y trivialida­d de la política actual, por ejemplo, tiene su raíz en la incultura de una generación ajena al estudio. De ahí su descrédito. —¿Pero de dónde procede ese interés humano por el mal, común a todas las culturas y todas las épocas? —El descubrimi­ento del mal se produce en la conciencia del hombre perpleja ante la finitud y la fatalidad de su existencia, pero, especialme­nte, en la conciencia religiosa que no se sostie

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tiempos donde domina la superficia­lidad. ¿Cree que esa superficia­lidad es responsabl­e de la desafecció­n de la sociedad hacia la política?

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