ABC (Sevilla)

Vivir sin música

-

Daño económico irreparabl­e

Dos mujeres desdoblan un mantoncill­o en el mercadillo de moda flamenca de Sevilla. Las actividade­s económicas relacionad­as con la Feria han sufrido un duro golpe, lo que hace temer por su superviven­cia

Luces y farolillos para aliviar la nostalgia

El Ayuntamien­to de Sevilla ha colgado los farolillos de la Feria en el centro de la ciudad, cerca de la Giralda, para aliviar la nostalgia de los sevillanos que se quedan otro año sin disfrutar las fiestas zález, lo sabe: «Hay gente que se dedica a eso, pero la mayoría del pueblo está aguantando el tirón aunque la situación es muy preocupant­e».

En la Plaza de la Concordia hay varios parados sentados en los bancos. Todos los días al sol. «Más o menos tenemos controlado­s todos los problemas económicos de la gente aquí porque sólo hay una gestoría y lleva los papeles de todo el mundo», revela el alcalde, que no duda cuando se le pregunta qué porcentaje de la población vive de las ferias: «Directa o indirectam­ente, todo el mundo». La Diputación de Sevilla acaba de librar unas ayudas de 1.200 euros mensuales para cada familia que acredite dedicarse a la temporada ferial, pero no todos pueden demostrarl­o. Nadie lo confiesa, pero pasa algo parecido a lo de la marihuana. Huele a economía sumergida.

David Martín González, presidente de la Asociación Andaluza de Empresario­s de Hostelería de Feria, vive en El Coronil, un pueblo cercano. Actualment­e trata de salir adelante poniendo desayunos en un bar: «Llevamos más de 19 meses sin trabajar, nos vamos a pique». Hay mucha gente que depende de la trashumanc­ia ferial. En la ferretería Consolació­n se ha desplomado la facturació­n. Los vecinos del Palmar que se dedican a montar casetas suelen comprar allí todo el material. «Estamos comiendo tornillos», bromea un viejo cliente. «Si este año no se puede hacer ninguna feria, tendremos que plantearno­s irnos del pueblo para buscarnos la vida en otro tipo de trabajo», sentencia Andrés, que tiene 54 años y se dedica a cocinar en casetas desde los 16.

Naufragio de bandas

También han naufragado los grupos de música, el típico ‘chimpún’, el de sevillanas, la orquesta de colorines, la cantante de las lentejuela­s. Fernando Barroso tiene un conjunto de versiones para baile. «Normalment­e hacemos unas 30 ferias al año y de eso vivimos, pero vamos a tener que poner en venta hasta los instrument­os». No es una broma. El empresario gaditano Ángel González habla en serio: «Algunos artistas han tenido que empeñar sus guitarras». David Gutiérrez es uno de los nombres más sonados del cante en ferias y fiestas privadas. Ha tenido que reciclarse: «Se ha caído todo y eso nos ha obligado a reinventar­nos. De las ferias ya no se puede vivir». Lo mismo piensan los empresario­s de la moda flamenca. La cordobesa Juana Martín se ha quedado con las coleccione­s de 2020 y 2021 en el taller: «Cuando se puedan celebrar de nuevo las ferias, tendremos que vender los trajes a saldo». En Cantillana, otro municipio de la Vega sevillana, hay toda una industria del mantoncill­o que ha detenido toda su producción. Ayer mismo, miércoles de Feria, festivo local, sólo había en la capital andaluza 35 coches de caballos en la calle. Ni en los años de la peste equina se vivió algo parecido.

Como ‘la Karaba’

El parón es insólito. Parece todo una emulación del chascarril­lo de Juan Valera titulado ‘La Karaba’. Contaba el escritor cordobés que había en la Feria de Mairena del Alcor, la más antigua de cuantas existen, un cobertizo hecho con esteras viejas de esparto, «la puerta tapada con no muy limpia cortina, y sobre la puerta un rótulo que decía con letras muy gordas: La Karaba. Se ve por cuatro cuartos». La gente pensaba que iba a ver un animal traído de África o de alguna región remota, una criatura nunca vista antes por estos lares, por lo que todos los vecinos hacían cola para ver la atracción. Y al salir, ninguno desvelaba lo que había visto siguiendo el refrán ‘mal de muchos, consuelo de tontos’. «¿Qué diantre de Karaba es esta?», preguntó enojado un campesino. «¡Es una mula muy estropeada y muy vieja!», reveló en su cabreo. Y el dueño le contestó: «Pues por eso es la Karaba, porque araba y ya no ara».

La Feria es como esa mula del calambur. Es pasado. «Cuando todo vuelva a la normalidad se va a ver un número para encontrar trabajador­es porque casi todos están intentando rehacerse y si encuentran una salida no van a regresar a lo de antes», alerta el presidente de los feriantes andaluces con entonación de los Amigos de Gines en sus célebres ‘Sevillanas del adiós’, «no te vayas todavía, no te vayas, por favor»... Pero hay que leer a Borrow para tener tranquilid­ad. Las patuleas de quincaller­os, adivinos de la palma de la mano, errantes, rifadores, pregoneros de tómbolas, vendedores de cocos, poetas de la garrapiñad­a y demás andarines del espectro ferial son cruciales para sostener el teatro de las vanidades de España. El Palmar de Troya hiberna mientras Sevilla ve pasar su primavera sin la música de Tejera sonando en el tendido de la Maestranza. El calendario de las fiestas ha abierto dos heridas: la de la costumbre, porque el rito nos arraiga, y la del bolsillo. «Yo me he vestido de flamenca aunque sea para dar un paseo porque si no, el traje se apulgará en el armario», defiende una sevillana que parece guiri a los pies de la Giralda. Tiene razón. El costumbris­mo se atrofia, pero es peor el hambre. Para un nómada el hambre es no tener a dónde ir.

De vuelta a la ciudad nos cruzamos en la plaza del Salvador, bajo el alumbrado que ha impostado el Ayuntamien­to como quien pone un apósito en un sitio distinto al de la llaga, a un grupo de amigos cantando sevillanas tras sus mascarilla­s. Se lo escribió Machado a Guiomar: «Se canta lo que se pierde». «Algunos artistas han tenido que empeñar sus guitarras», relata el empresario Ángel González

 ?? RAÚL DOBLADO ??
RAÚL DOBLADO
 ?? EP ??
EP

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain