Capote, muleta y banderillas
Pronto descubrió Antonio Chacón ‘El Pela’ el enigma de la torería. Y los aficionados, ávidos por descifrarlo, hacían el silencio mientras éste caminaba hasta el centro del redondel con las avivadoras en sus manos. Eran sus años dorados. Había creado un estilo propio como banderillero, reconocible con sólo verle caminar de espaldas al tendido. Todo parecía un delicado baile: cualquier paso, cualquier pase.
Honró la plata durante un cuarto de siglo, pero su trayectoria no quedó ahí: estuvo casi treinta años sin faltar a su cita con la Feria de Abril. Primeramente batió récords como novillero con seis domingos consecutivos, llegando a las trece tardes en un mismo año en la Maestranza. Un jueves de farolillos lo doctoró su paisano Paco Camino, para posteriormente convertirse en su primer gran jefe de filas. Entremedias, varios esfuerzos con los guardiolas y un triunfo que se dejó escapar con la espadas después de una memorable faena a un toro de Miura.
Después de la retirada de «El
Niño Sabio de Camas», los diestros se lo rifaban: José Antonio Campuzano, Paco Ojeda, Ortega Cano, Pepín Liria y Curro Romero lo llevaron en sus cuadrillas. Pero los años pasan y, tras una larga temporada apartado del mundillo, ahora vuelve a estar en el candelero como el «padre de». Su hijo, homónimo en los carteles, es uno de los grandes toreros de plata del momento. Entre sus genes navegaban la torería, la personalidad y una mente privilegiada. «Ese fue mi mayor problema, que tuve más cabeza que corazón», reconoce.
Sus coetáneos no daban crédito cuando anunció que lo dejaba, que el vestido bordado en oro se había terminado para él. «Después de haber tenido tardes muy importantes en Sevilla sólo me repetían con la corrida de Guardiola y un día llegué al hotel y dije que ni una vez más». Con los animales de El Toruño se anunció desde 1978 hasta 1981. Una oreja en el segundo año le sirvió para sustituir a Manolo Cortés en la corrida de Miura. «Esa fue mi tarde más importante. Le podía haber cortado las dos orejas. Aquello no tenía nada que ver a lo que sale ahora: era agradable de hechuras y embistió incluso mejor que muchas ganaderías buenas actuales».
La banda del Maestro Tejera le ha tocado en los tres tercios, tras brillar con el capote, con las banderillas y con la muleta. Ni recuerda las veces que saludó montera en mano como rehiletero ni quiere rememorar las puertas del Príncipe que se le escaparon por la tizona. Lo que no se borra de su mente es el capítulo más oscuro de su carrera, una ‘espantada’ que tuvo que dar para proteger al maestro Camino tras una mala tarde: «Fue en Huesca y tuvimos que salir los dos de la plaza escondidos en el camión de la carne porque la cosa pintaba muy fea…».
Casi veinte años después de su retirada se ha vuelto a ilusionar con el toreo. Apodera a un novillero con picadores mexicano llamado Arturo Gilio. «Reúne todas las condiciones para ser figura del toreo, pero ya sabemos que esto es muy difícil». El tiempo dará la respuesta. ’