Si le arrancan las raíces, el fútbol morirá
ra Akhmedova ha sido víctima de una serie de tramas diseñadas para poner cada centavo de la riqueza del marido fuera de su alcance», concluyó el fallo. En un comunicado, la mujer afirmó tras conocerse el final de la telenovela que «el juicio de hoy es la conclusión inevitable, dado que Farkhad no se comportó de manera honorable en primera instancia». La juez calificó al hijo como un «individuo deshonesto» que «haría lo que fuera para ayudar a su padre, sin duda porque depende de él económicamente», y lo acusó de «mentir a este tribunal en numerosas ocasiones». Durante su matrimonio, la pareja disfrutó de un estilo de vida lleno de lujos, además de varias propiedades en todo el mundo, incluyendo el apartamento de 33 millones de libras de Londres que le regalaron a su hijo por su 19 cumpleaños y una mansión, cuyo precio la prensa local cifra en 39 millones de euros en Surrey, donde ella sigue viviendo después de que el exmarido y su hijo se mudaran a Rusia en 2016. Un portavoz de Temur Akhmedov aseguró que el joven no está de acuerdo con el fallo, pero que «lo considerara un precio que vale la pena pagar si conduce a un acuerdo razonable entre los padres que ama».
NTES de que fuera el ‘Masterchef’ de Tezanos, el CIS hizo una encuesta sobre la afición al fútbol en España y difundió un mapa con los equipos favoritos de cada provincia. El resultado fue chocante. Sólo la hinchada de trece equipos se impone en su territorio a la hegemonía del Real Madrid y del Barcelona. En el resto del país, todo está teñido de blanco o de blaugrana. El proceso de colonización de los sentimientos futbolísticos ha sido devastador en España, que se ha devaluado con la globalización del balón hasta el punto de que ser madridista o barcelonista en una provincia con un equipo de Primera se ha convertido en un rasgo de pobreza identitaria: «Si quieres ser universal, habla de tu aldea».
El fútbol es ahora un negocio multimillonario basado en la impostura. Los jugadores ya no son sólo profesionales del meneo de la pelota, son sobre todo productos de mercadotecnia. A veces sólo se les ficha para vender camisetas, no para que metan goles. Y ese delirio que les obliga a besar escudos por los que no sienten nada nos ha llevado al dislate de hacer cola en la puerta de los juzgados para pedirle un autógrafo a un pelotero que ha sido citado allí por defraudar un pastón a Hacienda. Honramos a quienes nos roban porque el aficionado contemporáneo es un pelele que los estamentos balompédicos manosean. Pagamos nuestros abonos antes de que comience la temporada sin saber nunca el día y la hora del partido hasta un rato antes de que pite el árbitro. Sólo somos un cebo, un pretexto para justificar la bicoca televisiva y la ley del talonario. Los futbolistas de un solo equipo ya no existen. La idolatría a un canterano es hoy casi una quimera. La idea del fútbol como símbolo de arraigo ha muerto porque se ha mancillado el dogma maradoniano de que la pelota no se mancha. La Superliga iba a echar a rodar un balón pringoso porque no era más que otra burbuja para proteger a los promotores de la actual burbuja, de la que llevamos años defendiéndonos a voleones en nuestra aldea los locos que hemos conseguido que nuestros hijos prefieran una camiseta de Joaquín a una de Messi y sean del equipo de sus abuelos porque ya han aprendido que las raíces valen más que las vitrinas.
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