Una herida abierta
tra sin ideas, sin proyectos, sin líderes reconocidos. La mejor situada de cara a las elecciones presidenciales es Anne Hidalgo, alcaldesa de París, pero cuenta con unos apoyos muy reducidos. Si en 2002 JeanMarie Le Pen eliminó al candidato socialista a la presidencia, Lionel Jospin, veinte años más tarde la candidata socialista tiene 20 puntos menos de intención de voto que Marine Le Pen. Con 29 diputados y un 8 por ciento de intención de voto nacional, el socialismo vive una crisis mortal para sus ideas.
A la extrema izquierda, Jean-Luc Mélenchon lleva diez años aspirando a salir de su gueto extremista, con simpatías a los regímenes caribeños, bolivarianos y venezolanos. Sus aspiraciones al liderazgo de ‘todas’ las izquierdas se estrellan sistemáticamente contra el muro y el techo de su insignificancia gesticulante. Con 18 diputados y un 8 por ciento de intención de voto nacional, la extrema izquierda no sale del hoyo.
La izquierda ecologista, Europa Ecología Los Verdes (EELV), está intentando desde hace años crear un «frente común de izquierdas». En vano. Durante la pandemia, los ecologistas han promovido un rosario de negociaciones que siempre han fracasado y han vuelto a aplazarse hasta el otoño que viene. La izquierda francesa no solo está hundida históricamente: también está dividida, a la manera de un puzle inestable. Con once diputados y un 10 por ciento de intención de voto en las nacionales, los ecologistas no salen de su condición grupuscular.
Al abismo
Gail Brustier, ensayista, autor de varios estudios de referencia, resume la crisis de las izquierdas francesas de este modo: «Lo que dicen todos los estudios sociológicos es bien conocido: el electorado de todas las izquierdas suma, en conjunto, más o menos lo mismo que el electorado de la extrema derecha. Esa realidad parece confirmar que la izquierda francesa prosigue su viaje al abismo. Hace mucho que la izquierda perdió a las clases populares. Ese proceso se inició hace cuarenta años. A partir de 1978, los obreros se refugiaron en la abstención o comenzaron a votar a la derecha y la extrema derecha. La construcción política de Europa y la desindustrialización acentuaron ese alejamiento de las clases populares de la izquierda. Desde hace algún tiempo, se ha agravado el proceso, coincidiendo con la pandemia: la hiperpolitización retórica, la violencia de las palabras sin relación concreta con la realidad, los conceptos esotéricos sobre cuestiones raciales, la violencia de los juicios sumarísimos, han acelerado el alejamiento de las izquierdas de la realidad del hombre de la calle».
A la derecha, los escándalos protagonizados en los últimos quince años por Nicolas Sarkozy, expresidente, y François Fillon, ex primer ministro, hundieron la herencia histórica del general De Gaulle y sus sucesores, Valery Giscard d’Estaing y Jacques Chirac.
Chirac fue el primer presidente de la V República condenado judicialmente por los escándalos y la corrupción durante su paso por la Alcaldía de París. Fillon se cotizaba como candidato ‘seguro’ a la Presidencia de la República en 2017, hasta que, meses antes de la primera vuelta, se descubrió que el candidato conservador había ofrecido a su esposa e hijos empleos ficticios para cobrar millones de euros de manera perfectamente ilegal.
Eliminado en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 2017, Fillon hundió al centro derecha en una crisis todavía irresuelta. Elegido presidente, Emmanuel Macron se rodeó de ministros conservadores ( jefe de Gobierno, Economía e Interior, entre otros), privando al centro derecha de personalidades influyentes.
En crisis desde hace cuatro años, Los Republicanos (LR, el último partido histórico de la derecha tradicional)