La pandemia vacía los santuarios
saber de los santos padres y la sagrada tradición de la antigua Iglesia. El profesor Bozonelos explica el fenómeno de que miles de personas viajen al monasterio de Saint Anthony en el desierto de Arizona, ligado con esos establecimientos monásticos del cristianismo antiguo, porque les lleva «la fascinación de la espiritualidad que encuentran en el lugar».
Pero la pandemia del coronavirus ha cambiado profundamente los lugares religiosos que visitan cada año millones de personas. Las ciudades santuario casi han muerto: la actividad económica en Lourdes ha disminuido el 75 por ciento en 2020. La misma historia en Fátima y otros santuarios.
Un turista de cada cinco viaja por motivos de fe. Según datos de la Organización Mundial del Turismo, unos 330 millones de personas, con una facturación que se acerca a los 20.000 millones de euros, realizan viajes espirituales cada año y visitan los principales centros de peregrinación del mundo. El Covid ha hundido todas las previsiones. «Con la pandemia las reservas se han desplomado y las pocas que había para 2021 se han pospuesto, debido a la situación incierta por el Covid. Las restricciones son un factor decisivo para emprender un viaje. El único rayo de esperanza lo mantienen los caminos, como el Camino de Santiago de Compostela, que sigue atrayendo turistas porque, cada día más, a la gente le gusta caminar y es fácil practicar el distanciamiento exigido con el Covid. Para el futuro inmediato muchas personas elegirán el viaje espiritual», relata el director de la agencia ‘ Viaggi Rusconi’, especializada en organizar peregrinaciones en Italia y en todo el mundo.
Se vuelve a viajar a pie
En efecto, la pandemia rediseña el sector del turismo y los grandes destinos ceden el paso al viaje de proximidad, el de las raíces, turismo al aire libre, religioso y cultural. Se vuelve a viajar a pie, como antiguos caminantes o peregrinos. «El objetivo es casi siempre espiritual. Escuchamos nuestros pasos, es una búsqueda personal», explica Alberto Pugnetti, fundador de ‘Radio Francigena’, una emisora web, que toma el nombre de la Via Francigena, un camino de fe y de cultura que se iniciaba en la ciudad inglesa de Canterbury y discurre por Francia, Suiza e Italia hasta la Plaza de San Pedro, un camino un tiempo casi olvidado y ahora de nuevo en cierto auge.
Decía Dante Alighieri, del que este año se conmemora el 700 aniversario de su muerte, que «la peregrinación a Santiago de Compostela es la más maravillosa que puede hacer un cristiano antes de morir». Así lo pensaron también 347.578 peregrinos de más de 150 países, en 2019, un número récord que se pensaba batir muy ampliamente en 2021, Año Santo Jacobeo. Pero con la pandemia, en los tres primeros meses de este año las cifras han sido insignificantes. En el mes de abril, hasta el día 27 inclusive, en total llegaron a Santiago de Compostela 977 peregrinos, los registrados en la oficina del peregrino de Santiago, aquellos que se ha comprobado que hicieron los últimos cien kilómetros del Camino a pie, a caballo o en bicicleta y recibieron la Compostela, el documento que acredita que hicieron la peregrinación por motivos religiosos o espirituales.
Los tres grandes destinos
Entusiasta del Camino, Dante escribió en ‘ Vita Nuova’, su primera obra conocida, que de los tres grandes destinos de peregrinación en la Edad Media –Tierra Santa, Roma y Santiago de Compostela–, el peregrino de verdad (literalmente el caminante, el ‘extranjero’, lejano de su patria) es el que va a Santiago, porque quien va a Jerusalén es un palmero, ya que a menudo vuelve con la palma, mientras que si viaja a Roma es un romero. Por extensión, ‘romería’ se convirtió en sinónimo de peregrinación.
La importancia de la peregrinación en Europa llevó al dramaturgo y poeta alemán Goethe a insinuar que la conciencia de Europa ha nacido peregrinando. Hoy el Camino de Santiago se sigue iniciando en cualquier rincón de Europa y de los otros continentes. Preguntamos al obispo auxiliar de la archidiócesis de Santiago de Compostela, Francisco José Prieto, cuál es actualmente el misterio del Camino y las motivaciones del peregrino jacobeo para iniciar ese camino de fe y de cultura en creciente auge, aunque reconoce que con la pandemia las llegadas «están bajo mínimos». «En alguna ocasión escuché, y es cierto, que puede haber tantas motivaciones como peregrinos. Yo creo que la gran riqueza en este universo abierto en el que vivimos de creencias y de ideas, el Camino de Santiago sigue siendo expresión de que, como sociedad y de manera personal también, necesitamos buscar un horizonte y un sentido que nos mueva cada día. La experiencia de los peregrinos nos lo dice: uno llega transformado; uno pudo comenzar con una motivación llamémosle superficial, pero cuando el camino concluye, descubre que hay una interioridad, una profundidad y un sentido que a lo mejor ha descubierto con ocasión del camino que le llevó hasta Santiago», concluye monseñor Prieto.
En efecto, hay un antes y un después de una peregrinación: «En Jerusalén éramos sólo cinco personas pero nuestro grupo resumía todas las posiciones hacia la espiritualidad de la sociedad moderna: estaba el científico ateo, el católico practicante, el educado en el ámbito católico pero con antepasados judíos. Ese viaje nos afectó a todos de forma profunda. Nos empujó a todos, cada uno a partir de su sensibilidad, a refle
Los caminos, como el de Santiago, siguen atrayendo peregrinos porque se puede mantener distancia