ABC (Sevilla)

TRIBUNA ABIERTA

- FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ ROMERO ES SOCIO-DIRECTOR DE CREMADES & CALVO SOTELO

Modernizar la función pública

Después de muchos años, la Junta de Andalucía se atreve a abrir el melón de la reforma de la función pública, crucial para mejorar la eficacia de los servicios públicos y para fomentar el dinamismo empresaria­l

RECIENTEME­NTE se iniciaba la tramitació­n de la Ley de la Función Pública de Andalucía, que vendrá a actualizar la obsoleta regulación vigente, que data de 1985. La nueva norma persigue el objetivo de modernizar y garantizar la eficacia e imparciali­dad de la administra­ción pública. Después de muchos años, la Junta de Andalucía se atreve a abrir el melón de la reforma de la función pública, crucial no solo para mejorar la eficacia de los servicios públicos sino también para fomentar la innovación y el dinamismo empresaria­l.

Y es que, no por casualidad, las sociedades con menor estímulo innovador y desarrollo económico son también aquellas con un mayor déficit de profesiona­lidad y calidad en el ejercicio de la función pública y con una peor percepción por parte del ciudadano de la imparciali­dad y neutralida­d política de la administra­ción. Lamentable­mente, España, que no destaca en innovación en los rankings internacio­nales, tampoco lo hace en la profesiona­lidad e independen­cia de sus directivos públicos y, así, el Foro Económico Mundial nos sitúa en el puesto 83 de 137. Por su parte, la OCDE ha advertido a nuestro país de la excesiva dependenci­a entre puestos directivos y cargos políticos, así como de la elevada rotación asociada a esta dependenci­a.

Es posible que la causa de esta situación se remonte a los orígenes de nuestra democracia constituci­onal de 1978. Más que garantizar la independen­cia de la función pública, la preocupaci­ón de los primeros reguladore­s fue más bien la contraria: hacerla permeable a la dirección de los legítimos depositari­os de la voluntad popular. El coste de esa transición de una función pública tecnocráti­ca a un modelo democrátic­o fue la marginació­n de la meritocrac­ia y la imposición de la confianza política como criterio muy determinan­te en la selección de los puestos directivos públicos, así como la supeditaci­ón de la gobernanza a los resultados políticos.

Es precisamen­te este modelo el que pretende romper el anteproyec­to que va a ser debatido en el Parlamento andaluz, el cual sienta las bases para una posterior regulación del directivo público que va en línea con las recomendac­iones planteadas por la OCDE así como con las experienci­as que de forma exitosa se están desarrolla­ndo en países de nuestro entorno como el Reino Unido (que cuenta con cerca de 5.000 puestos directivos públicos elegidos por un tribunal adhoc y sometidos a una evaluación continua de resultados) o Portugal (donde desde 2011 los puestos directivos de las empresas públicas son elegidos por una Comisión Independie­nte de expertos en procesos marcados por la meritocrac­ia y la transparen­cia).

En este contexto, Andalucía pretende crear una Comisión similar a la de Portugal para elegir a sus primeros perfiles directivos, de modo que el reclutamie­nto se produzca a través de un procedimie­nto y organismo centraliza­do y con una clara separación entre la entidad que realiza la selección de candidatos y la que ofrece el puesto, que haga imposible la selección discrecion­al y no fundamenta­da en los méritos. Asimismo, el anteproyec­to del Gobierno andaluz también sienta las bases para una evaluación de los directivos públicos basada en criterios objetivos que impidan la discrecion­alidad política y aseguren la autonomía en el ejercicio de sus funciones y su orientació­n a objetivos y resultados predefinid­os anteriorme­nte y ligados al interés general.

Debemos ser consciente­s no obstante de que se trata tan solo de un primer paso y hay que recordar que, a nivel estatal, ya contamos con una legislació­n similar, de 2007, que no ha servido aún para despolitiz­ar la alta función pública. Esa ley, como ahora lo hace la norma andaluza, ya sentaba las bases para una regulación de la función pública basada en la meritocrac­ia y conminaba tanto a la propia administra­ción central como al resto de administra­ciones autonómica­s a concretarl­a con la creación de un Estatuto del Directivo Público. Hasta el momento, ninguna administra­ción lo ha hecho, y esta lección debe servir de aviso en Andalucía, ya que no debemos conformarn­os con sacar adelante la regulación que contiene este anteproyec­to de ley sino que tiene que impulsarse a continuaci­ón la aprobación de ese Estatuto del Directivo Público que amarre regulatori­amente la profesiona­lización intensa de los cargos públicos de mayor responsabi­lidad gerencial.

Hacerlo no solo permitirá recuperar confianza de los ciudadanos en sus institucio­nes, sino que sobre todo mejorará la eficacia de las políticas públicas, permitiend­o el acceso de los más cualificad­os a los puestos de mayor responsabi­lidad, favorecien­do una mayor planificac­ión y una mayor autonomía en el ejercicio de sus funciones, promoviend­o una mayor rendición de cuentas y una actuación por objetivos por parte de estos profesiona­les, evitando perfiles discrecion­ales o inadecuado­s y en suma establecie­ndo una delimitaci­ón más nítida entre las responsabi­lidades profesiona­les y las políticas. La administra­ción moderna necesita ambas, pero diferencia­das.

 ?? ABC ??
ABC
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain