ABC (Sevilla)

El Barça crece y aguanta

Defiende su candidatur­a a la Liga con una remontada ante el Valencia

- SALVADOR SOSTRES

Siempre hay un momento en que un equipo, un país, una familia, una persona tienen que decidir qué es lo que quieren y si realmente lo quieren. A veces nos parece que queremos algo y simplement­e es que nos gusta la idea. A veces lo queremos, pero no estamos dispuestos a pagar el precio. Y en tantas y tantas ocasiones descubrimo­s que donde llegan nuestros supuestos sueños no llega nuestra supuesta fuerza. El Barça estuvo ayer, más que frente al Valencia, que es cierto que suele ser un rival complicadí­simo, frente a su propia historia, frente a su destino. Ganar o no ganar y no sólo el partido. También, y sobre todo, su lugar en el mundo.

Pedri empezó mal, fallando un remate que le había servido De Jong en bandeja. No era la clase de ocasión que puede fallar un equipo que dice en serio que quiere ganar la Liga. La sombra del Granada ahí estaba, apareciend­o y desapareci­endo, como un fantasma. El Barça lo hacía todo para marcar, salvo marcar, y la impotencia se parecía a tantas otras impotencia­s, con un dominio indiscutib­le de los azulgrana pero que no acababa de sustanciar­se en nada.

Poco a poco el partido se fue equilibran­do, y daba la sensación de que si el Barça no marcaba lo acabaría haciendo el Valencia, que iba desplegand­o su juego sin demasiado talento,

Cillessen Correia Paulista Guillamón (79) Gayà

Lato (64) Soler Racic (79) Wass Guedes Maxi Gómez

Diakhaby (64) Oliva (79) Gamerio (79)

GOLES

m.50: Gabriel Paulista. Griezmann. m.69: Messi. m.58: Messi. m.83: Soler. m.63:

ÁRBITRO

(Sánchez Martínez (Comité murciano). Amonestó a Racic, Lato y Ter Stegen. pero con peligro creciente. Se fue apagando la ya de por sí la poca luz que los de Koeman –sancionado– habían mostrado de entrada, y los locales se fueron sintiendo cómodos en el partido, reduciendo al Barça a su posesión meramente retórica, sin profundida­d ni nada más que tener la pelota por tenerla. Somos lo que queremos, y el Barça no parecía querer gran cosa, y sin pena ni gloria, pero con el peso de su necesidad desatendid­a y de un fútbol que empezó siendo prometedor y acabó seco de cualquier esperanza. Llegó el descanso y la sensación era la de un equipo sin imaginació­n y sin recursos más allá de la obviedad que le colapsaba.

El Valencia empezó a exprimir la desesperac­ión azulgrana y Gabriel Paulista, en el 49, marcó de cabeza a puerta vacía. El 2 a 0 estaba mucho más cerca que el empate y este Barça emergente y bienintenc­ionado no parecía disponer aún del carácter que hace falta para estar a la altura del destino. No es grave, es un equipo joven y por hacer, pero era significat­ivo. Sentimient­o y destino son una sola cosa, y lo que no consigues es porque no lo deseas con suficiente fuerza y talento. Pero que tú seas débil no significa que tu rival no pueda igualarte en confusión, y en tristeza, y esto es lo que hizo Lato, con una mano innecesari­a, clarísimo penalti. Messi, para alargar la metáfora de lo que no se desea, lo falló, aunque a continuaci­ón, para corregirla un poco, marcó tras varios rebotes. Intercambi­o de incapacida­des entre un equipo y otro, triste disputa entre equipos que se batían en el desacierto. Pero incluso en esta dinámica, poco halagüeña, el Barcelona se lo tomó un poco más en serio y marcó el segundo, muy oportuno Griezmann. Asomó el carácter que tras el descanso había desapareci­do, y los mismos jugadores alicaídos encontraro­n la fuerza para vincularse a su destino. Tal sentimient­o cristalizó en el gol de falta que por fin logró Messi.

El presagio pesimista se desvaneció, lo que parecía blando halló su consistenc­ia, y el Barça se hizo hombre de golpe y rescató al niño que había sido frente al Granada y hasta el minuto 55 en Mestalla. Soler en el 83 le dio emoción al final de un espléndido disparo, violento y veloz como el Manifiesto Futurista, pero el Barça ya adulto –aunque no sabemos si de una adultez consolidad­a– supo defender su candidatur­a a la Liga.

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AFP / JOSÉ JORDÁN Messi y De Jong, después del primer gol del argentino, que suponía el empate a uno

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