ABC (Sevilla)

VISTO Y NO VISTO

- IGNACIO RUIZ-QUINTANO

¿Qué es una Nación? Un proyecto sugestivo de vida en común, dijo Ortega copiando a Renan, pero la ortegada sedujo al falangismo literario, y hoy la hacen suya todos los intelectua­les

LA historia de toda nación, y sobre todo de la nación latina, es un vasto sistema de incorporac­ión (Mommsen), pero la historia de la decadencia de una nación es la historia de una vasta desintegra­ción (Ortega). Hoy asistimos al nacimiento de una nación, que es la última: Madrid.

De la ‘Región Metropolit­ana’ (?) de Leguina a la ‘Región Madrid Capital’ de Gallardón pasando por el ‘Colocarse y al loro’ de Tierno (que odiaba Madrid: se hizo pasar por labriego soriano, y en Barcelona contó que en el franquismo «las madres se iban a dar a luz en otros lugares, a fin de evitar la vergüenza de que sus hijos nacieran madrileños») para llegar a ‘la Nación’ de Ayuso, cuyo partido, para diferencia­rse del populismo de Vox, se ha decantado por el intelectua­lismo identitari­o.

¿Qué es una Nación? Un proyecto sugestivo de vida en común, dijo Ortega copiando a Renan, y la ortegada sedujo al falangismo literario, y hoy la hacen suya todos los intelectua­les.

En los 60 Madrid fue una nación étnica: la de los pelantrine­s que migraban del campo a la capital. En los 70 fue una nación histórica, fruto de los pasteleos secretos de la Constituci­ón («No más de tres minutos, que se puede armar», ordenó Guerra a Alonso Puerta, que en la tribuna defendía el artículo quinto del apaño constituci­onal que en el 149 establece un Estado federal y que en el 168 invita a España a un suicidio salzburgué­s a lo Thomas Bernhard). Y en los 20, al parecer, Madrid va a ser una nación política, no sabemos si con Guardia Civil, como Castilla, o sin ella, como Galicia, pero, desde luego, con un Estado, que es lo que conlleva el principio de unidad política frente a un enemigo común, bien interior, como el pobre Aguado, o bien exterior, como la harca de ‘Madrit ens roba’. Con la Movida a la espalda tendríamos el Estado de Cultura de Fichte, de donde Von Mohl deriva el Estado de Derecho, que tanto gusta al personal.

Una vez la nación política en marcha, la pregunta es quién decide. Es decir, la soberanía.

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