Hoy toca votar en libertad en función de las convicciones de cada cual. Somos una democracia
HOY millones de madrileños acuden a votar. No es cierto que tengan que elegir entre libertad o comunismo. Ni tampoco entre fascismo o democracia. Lo que hay en juego es quién gobierna Madrid en los dos próximos años.
No digo que no sean importantes los resultados, que lo son y mucho, pero en esta comunidad no está amenazada la libertad, ni hay peligro de un régimen comunista, ni de que el fascismo secuestre las instituciones. Todo eso son eslóganes.
La II República duró cinco años, pero la democracia parlamentaria, instaurada por la Constitución, ha cumplido más de cuatro décadas. Es cierto que las instituciones se han degradado y que existen problemas graves sin resolver, pero España es un país donde los ciudadanos eligen a los gobernantes y hay contrapesos, como la Justicia, que evitan los abusos de poder. Los que sufrimos el franquismo sabemos la diferencia entre una dictadura y una democracia.
Los que hablan de fascismo manipulan el lenguaje e ignoran sus orígenes históricos. Fue un sistema de partido único, sin separación de poderes y con un Estado totalitario que negaba las libertades políticas. Comparar la Italia de Mussolini con la España de hoy es una idiotez.
Pero también es una manipulación sostener que Madrid corre el riesgo de ser gobernada por un régimen comunista. El comunismo niega la propiedad privada, defiende la implantación de una dictadura del proletariado y utiliza la fuerza, denominada eufemísticamente centralismo democrático, para eliminar la disidencia. Pensar que eso sería posible en un socio de la Unión Europea es sencillamente ridículo.
Lo que ha pasado en esta campaña es que se han polarizado las fuerzas políticas en torno a dos bloques, abusando de la demagogia y de un lenguaje de confrontación, sobre todo por las fuerzas extremistas. Aprovecho la ocasión para decir que ser equidistante no es carecer de principios.
Los problemas de España no se van a solucionar mientras persista esta dinámica sectaria que impide llegar a consensos como los de la Transición. Por ello, estoy convencido de que sería muy bueno para los ciudadanos de este país que PSOE y PP pudieran pactar en asuntos de Estado. Y, sobre todo, que llegaran a un acuerdo para dejar gobernar al adversario cuando no exista una mayoría absoluta, como probablemente va a suceder en Madrid.
Que el PSOE se abstuviera para que Díaz Ayuso gobernara o que el PP apoyara a Sánchez para que el Gobierno no dependiera de Podemos, ERC o Bildu sería un cambio de escenario que permitiría afrontar la crisis de la pandemia y restaurar la convivencia. Pero eso no va a suceder. Por el contrario, seguiremos instalados en este cainismo que tan trágicas consecuencias nos ha deparado. Hoy toca votar en libertad en función de las convicciones de cada cual. Somos una democracia.