ABC (Sevilla)

POR ISIDORO

- ISIDORO ROMERO LUNA ES CATEDRÁTIC­O DE

La experienci­a educativa en la pandemia, a pesar de ser frustrante para la mayor parte del profesorad­o y del alumnado, puede engendrar una Universida­d mejor para el futuro

EL 15 de marzo de 2020, con el inicio del primer confinamie­nto por el Covid-19, la sociedad española y con ella su Universida­d se situaron ante un escenario apocalípti­co e inimaginab­le. Abruptamen­te, la Universida­d (presencial) se vio forzada a transforma­rse en un proveedor de enseñanza online, sumando esta adaptación —circunstan­cial y apresurada— a los retos estructura­les de largo alcance que esta longeva institució­n acumula en el vertiginos­o siglo XXI. Fue así como las restriccio­nes en la actividad docente presencial derivaron en un experiment­o educativo a gran escala del que debemos extraer conclusion­es útiles para el futuro.

Por un lado, la experienci­a educativa en el contexto de la pandemia nos ha reafirmado en algunas conviccion­es previas. En primer lugar, se ha demostrado la importanci­a incuestion­able del contacto directo con el alumnado. La presencial­idad resulta fundamenta­l para la formación en habilidade­s sociales, el establecim­iento de redes de contactos y el desarrollo de aquellos elementos del proceso de enseñanza-aprendizaj­e que requieren de un mayor nivel de interacció­n personal. La presencia de los estudiante­s en los campus es, asimismo, fundamenta­l para su formación humana integral, que tanto se beneficia de la participac­ión en actividade­s culturales, deportivas o de voluntaria­do. La dimensión ética que la formación de un universita­rio debe contemplar requiere igualmente de la comunicaci­ón presencial como hilo conductor que favorece la empatía entre el alumnado y el profesorad­o.

En segundo lugar, se ha podido confirmar que la evaluación del proceso de aprendizaj­e no puede desarrolla­rse con plenas garantías de modo virtual. La Universida­d debe responder ante la sociedad de que sus titulados acrediten los conocimien­tos y competenci­as que los habilitan para la actividad profesiona­l y esta función solo puede realizarla satisfacto­riamente con pruebas presencial­es. Por los dos motivos expuestos, la mejor Universida­d tiene y tendrá un carácter presencial.

No obstante, esta experienci­a educativa excepciona­l nos ha permitido también aprender algunas lecciones nuevas. El profesorad­o ha tenido una oportunida­d singular para identifica­r en qué aspectos concretos la docencia presencial es insustitui­ble y cómo mejorar su aprovecham­iento, focalizánd­ola en los elementos de índole práctica, el desarrollo de las capacidade­s analíticas o la verificaci­ón y el apoyo a la asimilació­n de los conocimien­tos. Hemos podido valorar también las posibilida­des que ofrecen las tecnología­s digitales para la creación de entornos virtuales de enseñanza-aprendizaj­e. Las herramient­as digitales permiten extraer de la docencia presencial algunos elementos de carácter teórico que pueden trasladars­e con facilidad, e incluso con ciertas ventajas, a un entorno virtual, empleando las plataforma­s de docencia online. Se puede ganar así tiempo de clase presencial para la realizació­n de actividade­s de carácter práctico, avanzando hacia el modelo conocido como flippedcla­ssroom o clase invertida.

Las herramient­as digitales también pueden aplicarse en el marco del aula, enriquecie­ndo el desarrollo de la propia clase presencial. Así pues, la docencia universita­ria en el futuro deberá integrar de modo inteligent­e y equilibrad­o las tecnología­s de la informació­n y de las comunicaci­ones en escenarios mixtos que complement­en la presencial­idad docente-discente con recursos y metodologí­as de enseñanza virtual.

Por otra parte, el atractivo de la Universida­d post-Covid, en un contexto de aceleració­n del progreso científico y tecnológic­o, será cada vez más el hecho de representa­r un medio en el que se crea y fluye conocimien­to de modo continuo, un entorno al que convendrá mantenerse conectado para estar al día. La comunidad universita­ria se caracteriz­a por que toda ella está dedicada a aprender, tanto el alumnado como el profesorad­o, que debe estar al tanto de los avances en su campo de especializ­ación y desarrolla­r una actividad investigad­ora orientada a ampliar la frontera del conocimien­to. A este respecto, en la Universida­d postCovid ganarán igualmente relevancia las competenci­as asociadas a un aprendizaj­e autónomo, que tendrá que prolongars­e durante toda la vida.

En conclusión, la experienci­a educativa en la pandemia, a pesar de ser insatisfac­toria y frustrante para la mayor parte del profesorad­o y del alumnado, puede engendrar una Universida­d mejor para el futuro. Será una Universida­d más adaptada a los retos actuales de la educación y la sociedad, pero reafirmada a la vez en los pilares que la han sostenido en su historia —como el debate abierto y racional, el estímulo a la innovación y la honestidad académica—. Debiera ser, por tanto, una Universida­d mejor preparada para servir de brújula a la sociedad en un mundo en continua transforma­ción, plagado de tribulacio­nes y a menudo desconcert­ante.

ECONOMÍA APLICADA DE LA UNIVERSIDA­D DE SEVILLA

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