La buena gestión no basta: el PP andaluz necesita un mensaje, un soporte ideológico
LA paradoja de Pablo Casado es que se esfuerza en restar poder a las baronías regionales, pero quiere llegar a La Moncloa a través de las autonomías. El presidente del PP salvó una situación muy delicada gracias a las elecciones gallegas, se ha ratificado como alternativa a Sánchez con el demoledor triunfo de ayer en las elecciones madrileñas y una victoria en las elecciones andaluzas le pondría a las puertas de la Presidencia del Gobierno. Los éxitos de Feijoó y Ayuso han subsanado los batacazos del País Vasco y Cataluña, y si Juanma Moreno convoca antes de las elecciones generales le puede dar el empujón definitivo para vencer a la alianza ‘frankestein’ que diseñó Iván Redondo. A diferencia de Rajoy, Casado no es aficionado a la bicicleta, pero en la carrera de la legislatura el PP está funcionando como un equipo ciclista: Feijoó tiró en la montaña, Ayuso en el llano y Juanma probablemente lo haga en el sprint. La insistencia en desmontar los aparatos de poder regionales desvela, sin embargo, la desconfianza del líder en tan valiosos gregarios.
A Casado le vendría bien un triunfo electoral en Andalucía antes de las elecciones generales para consolidar la imagen ganadora del PP y evidenciar el agotamiento del frente de izquierdas. Pero la decisión corresponde a Juanma Moreno, que es quien se juega su futuro político. Realmente, la coyuntura invita a adelantar un año los comicios y convocar en el último trimestre de año: el PP disfrutaría todavía del ‘efecto Ayuso’; el PSOE tendría doce meses menos para rodar a su candidato —previsiblemente Juan Espadas— y pagaría el desgaste de las medidas económicas que Sánchez deberá adoptar para acceder a los fondos europeos; la división de la extrema izquierda no se habrá solucionado aún y Ciudadanos estará en pleno sálvese quien pueda. Si la pandemia está para entonces razonablemente controlada, el PP podría amortizar electoralmente la buena gestión de la crisis sanitaria, un valor que está por encima de las diferencias ideológicas.
Sin embargo, antes de dar el paso de adelantar los comicios Moreno debe dejar resuelto tres aspectos: el primero, un argumento razonable que justifique la decisión. No va a tener la suerte de Ayuso, a quien Ciudadanos y el PSOE pusieron en bandeja el órdago. El segundo, el entendimiento con Vox. Macarena Olona no parece una interlocutora cómoda, y Moreno no va a rozar la mayoría absoluta como Ayuso. Y, last butnotleast, la definición de una identidad política, que ha sido la clave en el triunfo de Ayuso. El PP aprendió con Rajoy que la buena gestión no basta para ganar las elecciones; es necesario un mensaje, un soporte ideológico que complemente los datos objetivos. La apelación de Ayuso a la libertad, la palabra que coreaban anoche sus votantes en la sede del PP, ha sido el mayor acierto electoral desde aquel 1982 lejano en que Felipe González se identificó con el cambio.