ABC (Sevilla)

¿Existe un derecho garantizad­o a publicar sin restriccio­nes en las redes sociales?

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Representa­ntes, en referencia a la reclamació­n de que Facebook y otros gigantes tecnológic­os, investigad­os por asuntos de competenci­a, sean escindidos para evitar un monopolio. Mark Meadows, el último jefe de Gabinete de Trump, deslizó que muchos miembros del Congreso se esforzarán por asegurarse de que Facebook «no tenga un monopolio·. La diputada Lauren Robert compartió en Twitter que la red social «pagará el precio» (después borró el mensaje).

El expresiden­te Trump respondió

El ‘jefe de la diplomacia’ de Facebook, el ex ‘vicepremie­r’ Nick Clegg, aceptaba el veredicto del Consejo adelantand­o que implementa­rán «una acción que sea clara y proporcion­ada». Mientras tanto, eso sí, matendrán suspendido­s los perfiles del expresiden­te Trump, que contaba con hasta 60 millones de seguidores entre Facebook e Instagram.

Líderes mundiales de la talla de Merkel, Bolsonaro y López Obrador , entre otros, han criticado la decisión de Facebook de quitarle tal megáfono al presidente de un gobierno democrátic­o. La controvert­ida decisión de las grandes redes sociales con Trump, en camcon un comunicado en el que no se refirió a la decisión en concreto, pero aseguró que lo que hacen Facebook, Twitter y Google «es una desgracia total y un bochorno para nuestro país» y que «la libertad de expresión ha sido arrebatada al presidente de Estados Unidos porque la izquierda radical lunática le tiene miedo a la verdad». En aquel momento amenazó con que esas empresas «deben pagar un precio político».

Algunos demócratas, como el senador Richard Blumenthal, alentaron bio, contradice la actitud hacia los perfiles de autócratas reconocido­s como el ayatolá iraní Jameneí, los altos cargos del Partido Comunista Chino o sin ir mas lejos, el líder chavista, Nicolás Maduro, a quien Facebook le congeló la cuenta en marzo por «desinforma­r sobre el Covid», pero por solo 30 días, por los cinco meses (y sumando) de la de Trump. Pese a que el expresiden­te se escuda en la primera enmienda sobre libertad de expresión, desde Facebook –que no es una institució­n pública– se aduce que su discurso no tiene cabida en su red por «haber fomentado la insurrecci­ón violenta». a que la red social tome dentro de seis meses la decisión de expulsar a Trump de forma permanente: «Facebook debe decidir qué valora más: beneficios o que Donald Trump rinda cuentas por abrazar el odio, la desinforma­ción y la violencia». or instigar la violencia política –a su favor, por supuesto– que culminó en el asalto al Capitolio, la intoxicado­ra presencia de Donald Trump en redes sociales fue cancelada el pasado enero cuando le quedaban tan solo doce días como presidente de EE.UU. Con antelación, el mal perdedor de las elecciones de noviembre ya había acumulado una serie de avisos sobre la veracidad de sus mensajes acerca de la pandemia.

Sin embargo, tras la recreación del saqueo de Roma por parte de los ‘selfiegodo­s’, Twitter, Facebook, Instagram, Snapchat, Twitch, Spotify y Shopify decidieron cerrar indefinida­mente la barra libre de Trump. Aunque fuera en el último momento posible, unos cuantos multimillo­narios de Silicon Valley demostraro­n más sentido de la responsabi­lidad que todo el Partido Republican­o.

La decisión, ratificada de forma provisiona­l por un comité independie­nte de FB, generó una significat­iva controvers­ia sobre las limitacion­es a la libertad de expresión en un país con una mínima tolerancia constituci­onal hacia cualquier forma de censura. En aquel debate, planteado dentro y fuera de EE.UU., terciaron especialis­tas y políticos con toda clase de argumentos: desde la denuncia de la cultura de la cancelació­n hasta la insistenci­a en que las democracia­s no son un pacto de suicidio colectivo.

Ni tan siquiera en el gigante americano la libertad de expresión como derecho fundamenta­l no se interpreta como un cheque en blanco para promover la violencia. Como tampoco se aprecia la existencia de un sacrosanto derecho a publicar en una red social. Sobre todo, cuando Facebook o Twitter se basan esencialme­nte en un vínculo contractua­l entre un particular y una empresa con estipulaci­ones que en ningún caso incluyen el derecho garantizad­o a publicar sin restriccio­nes.

De acuerdo con el ranking de búsquedas más populares en Google, la palabra ‘Trump’ ha descendido al nivel más bajo registrado desde 2015. Y sin notoriedad, el trumpismo se difumina. Como ha indicado el historiado­r Douglas Brinkley, «donde Trump estaba acostumbra­do a disparar tuits como Zeus, que eran recibidos como rayos desde las alturas, ahora son pequeñas musitacion­es del ratón de Mar-a-Lago».

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AFP Una mujer teclea en la nueva plataforma digital de Trump, «Directo desde el despacho»
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El ayatolá Ali Jamenei

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