La retirada de Iglesias es una faena mítica de Ayuso
que sus conciudadanas de carne y hueso. Sus intervenciones en programas de televisión y actos oficiales tampoco han tropezado con la indiferencia. A Sophia le han enseñado a manejar el picante de la socarronería, pero también a ser formal. «Es un buen comienzo para mi plan de dominar a la humanidad», dijo en el ‘ Tonight Show’ de Jimmy Fallon, después de ganar al presentador al juego ‘piedra, papel o tijera’ y causando la carcajada de un público que prefirió tomarse a broma su humorada distópica. Durante su discurso en las Naciones Unidas se mostró menos ambiciosa y más comedida. «La ONU es un gran éxito –dijo–, porque representa la unión democrática de países que trabajan por el bien de todos».
No improvisa
Si Sophia se puede considerar IA o no se presta a debate. «Según sus creadores, está entrenada con un gran número de frases. Elige sus respuestas entre posibilidades determinadas. No genera información nueva de manera creativa», explica Marta Guerrero, lingüista computacional y miembro del Instituto de Ingeniería del Conocimiento. «Tiene apariencia humana y es un robot muy resultón –añade–, pero su principal virtud es que mezcla tecnologías del mercado, como el reconocimiento facial o el sintetizador de voz. Es un asistente conversacional, un ‘chatbot’, como Siri o Alexa». Para Guerrero, que recuerda que Sophia puede tener uso médico «en la asistencia a mayores o para niños con problemas como el autismo», lo más próximo a la IA, a la espontaneidad en el habla, está en los modelos GPT3. «Son en inglés. Se crean con bases de millones de textos y son capaces de generar frases improvisadas. Algunos pueden escribir simulando a un autor. Esa tecnología no ha llegado todavía a los ‘chatbot’, pero está ahí», señala. La evolución de la IA no es un tema que resulte ajeno a España. El pasado diciembre, el Gobierno presentó su Estrategia Nacional para invertir en investigación. Mientras tanto, Sophia hace soñar con un futuro no tan lejano.
La esquela del sanchismo está fechada en una funeraria de Murcia. Ayuso le echó la cruz al método de extorsión monclovita, más de palillo de dientes que de birrete, con una finta virguera a la moción de censura del PSOE. Y Pedro Sánchez todavía está cogiendo moscas. Los consejos de su valido Iván Redondo, que ha degradado las ideas en favor de las ocurrencias, han llevado al ridículo a un hombre intelectualmente sólido como Gabilondo por una razón obvia: está gobernando contra España. La traca políticomediática contra Ayuso, a la que le han dado estopa incluso por abrir un hospital durante una pandemia, ha ido directamente a la piel de la gente normal. Y hasta el Risitas, que en paz descanse, sabe que la tendencia natural del ser humano es aliarse con el débil. Cuando un árbitro machaca injustamente a un equipo, todos los neutrales queremos que gane. Ayuso se ha convertido en el escudo de todos los apaleados por el ‘frankenstein’ de La Moncloa. Y le ha sobrado con una simple promesa de otro tiempo: libertad. La presidenta electa de Madrid ha arrasado con el argumento del PSOE dorado, el cántico emancipador del felipismo, demostrando que la gente, ese concepto que Pablo Iglesias intentó apropiarse en su acepción lanar, tiene mucha más madurez democrática de la que se atribuyen los torrentes y gurús del frentismo de moqueta. Ayuso ha reducido a escombros el proyecto huero de ideas y rebosado de odio que el sanchismo logró poner en pie como un castillo de naipes con sus ardides de democracia procesal: la moción de censura primero y la alianza con todos los enemigos de España después. La añagaza ha sido su único programa de gobierno.
Pero el mayor costalazo se lo lleva el personaje más inicuo de la vida pública española tras el franquismo, al que Ayuso le ha cortado la coleta para dejarlo como un sansón posmoderno. Iglesias ha conseguido por fin ser el muerto en el entierro y sus exequias limpiarán la sangre del ruedo. Gracias a él se ha producido un avance histórico: la derecha nos ha liberado. Iglesias ha matado a Franco. Se ha cargado la superioridad moral de la izquierda. Que Dios le bendiga.