ABC (Sevilla)

UNA RAYA EN EL AGUA

- IGNACIO CAMACHO

La victoria de Ayuso ha invertido el estado de ánimo de una derecha agarrotada por la frustració­n y el desencanto

HAY euforia en la derecha. Y con motivos. La victoria de Ayuso ha sacudido el tablero político y además de propinar un guantazo al sanchismo ha devuelto al PP la condición de alternativ­a que en los últimos meses había perdido. Ahora puede aspirar a ganar las generales; en ese sentido, Madrid puede constituir un punto de inflexión, por más que en términos objetivos sea prematuro especular con un cambio de ciclo. En las próximas semanas van a salir encuestas que reflejarán un sensible estrechami­ento de las diferencia­s, tal vez un vuelco en la posición de cabeza. Pero ojo con las extrapolac­iones directas porque ni siquiera el rango de primera fuerza garantiza un triunfo del bloque de las derechas.

En primer lugar, en Madrid no hay partidos separatist­as, y esta obviedad es importante a la hora de resolver un eventual empate, incluso de anular una mayoría relativa del PP mediante una nueva alianza Frankenste­in. Además, al igual que el desplome de Cs ha favorecido a los populares, es probable que la retirada de Iglesias provoque a medio plazo en Podemos otro desembalse que al menos en parte desagüe en el aljibe de Sánchez. En otro orden de cosas, la región madrileña reúne caracterís­ticas sociopolít­icas que no admiten correlatos lineales: su tradición liberal está asentada en una economía abierta, dinámica y menos dependient­e del sector público que las de otras comunidade­s mucho más sensibles a los factores clientelar­es. Lo que ha podido cambiar el martes es el estado de ánimo de una derecha que andaba agarrotada por la frustració­n y el desencanto y que ahora se siente en condicione­s de ganar otro asalto. La gestión de esa corriente optimista va a convertirs­e en el gran reto de madurez de Pablo Casado, que si no aprovecha el impulso puede encontrars­e con el nacimiento de un nuevo liderazgo potencial en su propio bando. De momento, Ayuso le ha ayudado a contener a Vox, reducirlo a un papel subalterno y crecer por el centro, pero el suelo de voto de Abascal es bastante sólido y por ahora poco sensible al reagrupami­ento.

Lo que la presidenta de Madrid ha conseguido es generar a su alrededor un raro fenómeno de confianza que el resto del partido aún debe replicar a otra escala. Y desde la oposición, es decir, a merced de la iniciativa adversaria, aunque controland­o cinco autonomías de nivel medioalto que bien administra­das pueden constituir un escaparate de gala frente a una coalición de Gobierno agrietada. La Andalucía de Juanma Moreno es la próxima reválida, y el adelanto electoral una tentación clara. Los ciudadanos podrían rechazar una maniobra ventajista por meras razones tácticas, pero la izquierda tiene la moción de censura a seis tránsfugas –y unas primarias– de distancia. Y si hay dos pulsiones irresistib­les para Sánchez, sobre todo después de una derrota tan palmaria, son el abuso de la propaganda y el instinto de revancha.

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