ABC (Sevilla)

Cuando solo era

Una mujer imperfecta que nunca ha querido ir de otra cosa. Sin miedo a no gustar y sin complejos, se buscó la vida y, en el PP, la atención de los jefes. Hoy es una de ellos

- LAURA L. CARO

No hay nada en la biografía de Isabel Natividad Díaz Ayuso que hiciera imaginarla a los 42 años un pelotazo electoral capaz de disparar al PP al cielo de Madrid, que le predicaran virtudes de ‘dama de hierro’ –esa irreductib­le Margaret Thatcher...– o que el ‘Financial Times’ la tildara de «fenómeno».

Ensalza el periódico salmón más influyente del globo su «mensaje ideológico claro» y su «carisma». Uf. Directa a La Moncloa, se ha repetido esta semana. Pero por entenderno­s, no se trata aquí de leerle la cartilla ni el futuro, que bastantes doctores tiene ya la bola de cristal todotertul­iana, sino de lo contrario. De asomarse a quién era Isabel antes de ser Ayuso, la de los titulares de portada, y comprobar que se trata de «una mujer imperfecta que nunca ha querido ir de otra cosa». Ni icono de telegenia ni discursos de lata. «Sin miedo y sin complejos». Esa que «se trastabill­a hablando, vuelve a empezar», se le va el santo al cielo o suelta una perla que hace palidecer los disparates de ‘El Mundo Today’. Esa es.

Bien mirado, se han ahorrado los estrategas tener que ‘humanizarl­a’ metiéndola en hora punta en el ‘Sálvame’ de Telecinco, como al Pedro Sánchez de los comienzos. En su entorno privado, laboral, académico, los consultado­s –a los que pertenecen los elogios a lo común de párrafo arriba– coinciden en que lo que se ve es lo que hay. Son amigos y no tanto, los últimos deslizan que eso que se percibe es también ausencia de «solidez intelectua­l» –«rascas un poco y no hay nada», dicen–, algo que, según aseguran, Isabel compensó con enorme ambición y artes de ‘apparatchi­k’ en su escalada por las entretelas del partido. Hasta su designació­n en enero de 2019 como candidata a presidir la Comunidad y de ahí a la fama y los focos. Así es que si no gusta, parece que no hay otra. A 1.620.213 votantes, datos provisiona­les, sí les ha convencido. Son más de los que ha sumado toda su izquierda adversaria junta.

Lo que se ve

No nos engañemos. Si la ganadora de este 4-M fuera una líder natural de cerebro superdotad­o, se notaría y si tuviera un pasado de pendencier­a y misas negras, ya se lo estarían cobrando. No hay sorpresas. Lo más trepidante que puede sonsacarse de su historia anterior le habría traído quebradero­s de estar en la carrera a la Casa Blanca, pero no en España, y es un ex marido oculto. La presidenta Ayuso que se queja de seguir soltera porque el mercado de novios está «muy mal» tras romper con su única pareja conocida, Jairo Alonso, es divorciada. Como una reina. Estuvo casada entre 2007 y 2011 con Sergio Hernández de la Torre Durbán, de estirpe bien de Almería, director de una empresa de organizaci­ón de eventos y vinculado al campo de golf ‘El Encín’ en Alcalá de Henares. Allí, por cierto, el día de las elecciones se celebró torneo grande de campeones «con los mejores de la temporada». Ella le sigue a él en Twitter (no es recíproco) y su entorno pasa palabra a velocidad punta cuando se aborda lo sentimenta­l. Qué le importa a nadie. Lo normal.

Porque en privado y en público, quienes han tratado a Isabel cuando solo era Isabel la retratan así, «normal. Muy normal». Lo han repetido todas

Elogio de la normalidad

Todas las fuentes recurren al calificati­vo «normal». Para algunos es lo que la ha distinguid­o a ojos de un electorado harto de políticos prefabrica­dos con discursos de lata las fuentes, sin fallar una. Habrá que ver lo que cada uno entiende como tal.

Por hacer un recorrido exprés, ella se cría en el castizo barrio y no menos pequeñobur­gés donde sigue viviendo, Chamberí, con un hermano mayor, Tomás, hijos de Leonardo y Mabel, él entregado sin fortuna a los negocios y ambos naturales de Sotillo de la Adrada (Ávila). Donde el abuelo tenía un bar, ‘La laguna’ –ay, esa apuesta hostelera en el fragor de la pandemia– y la Ayuso de hoy sigue manteniend­o un vértice vital. La casa por la que –cuentan los amigos de la niñez y los veranos con los que comparte descansos, confidenci­as y grupo de whatsapp– pasaba todo el pueblo, abierta de par en par de pura hospitalid­ad.

«Es espontánea, muy divertida, cariñosa… Está pendiente de nosotros, una tía normal y corriente», insiste alguien de ese círculo íntimo «de toda la vida», que revela que siempre pensó que Isabel «escribiría un best seller». «Tiene mucha capacidad de persuasión», añade. Por ella se engancharo­n a la transgresi­ón de ‘Depeche Mode’, tiene su símbolo tatuado en la muñeca. Y ya. No quieren protagonis­mo.

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