Cuando solo era Isabel
tarias, en los que, cuando solo era Isabel, ella reconoció «el movimiento podemita y era lo mismo que ahora: siempre montando huelgas, intentando paralizarlo todo».
En ese espíritu de lucha suyo –que también menciona su gente de Sotillo–, como en la salida temprana del hogar, hay un sustrato amargo, el de la relación con un padre exigente y de personalidad muy marcada. Falleció en 2014 víctima de demencia senil. «Elegante, austero, con mucho –demasiado– carácter pero sobre todo, honrado», le defendería ella, ya estando en lo más alto del PP de Madrid, para defenderse también a sí misma de sospechas de corrupción que enfangaron su investidura. No es lo único que ha tenido que sortear. Malabares le ha costado distraer de sus lealtades más molestas –Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes fueron sus jefas– y a la par declararse orgullosa de la gestión de las dos.
Sin el descaro vitriólico de la primera ni el chic progre de la segunda, y exenta del pedigrí superior de Alberto Ruiz-Gallardón, algo debió de confluir en la Isabel anónima para terminar alcanzando el poder como ellos. Mucho antes, para que se apuntara a las Nuevas Generaciones del PP en 2005.
Ecuador e Irlanda
Isabel viaja a Ecuador a trabajar durante la carrera y a Irlanda tras licenciarse. Se pagó los estudios. Hiló contratos precarios hasta fichar por el PP
Nadie aporta la clave de esa afiliación. Podría tener que ver con su determinación de hacer una tesina sobre la comunicación en la era Aznar –creación de Miguel Ángel Rodríguez, al que conoció y hoy tiene al frente de su gabinete– o al desgaste de tres años
Rebelde sin postureo
Muy independiente, «ha sido una rebelde sin la pose de hacer la revolución», dice un colega de Facultad. «Tenía interiorizado que la vida hay que pelearla de contratillos precarios en medios digitales más una emisora musical en Irlanda, Spin FM. Y la verdad es que fue congeniar con Pablo Casado, entonces ya encabezando el club juvenil de los populares madrileños, y empezar a trabajar de la mano del partido. Su gran empleador.
Como inciso, conviene no perder de vista qué decisiones, cambios, nuevos intereses laborales, como a tantas, se le cruzan en esa edad en la que se va quedando por el camino el deporte –llegó a correr media maratón–, el matrimonio o aquello de tener hijos.... No lo ha descartado.
Por «mangoneable»
En el PP, de asesora desde enero de 2006 del consejero de Justicia –manchado en la ‘Púnica’, pero es que había ‘Púnica’ por todas partes–, ascendió en dos años y medio directamente al lado de Aguirre, a nombre de cuyo perro, un tal ‘Pecas’, condujo una cuenta de Twitter. Se había terminado lo de pasar inadvertida, por lo que subrayan por separado dos fuentes cercanas a ella en la época, se lanza a tomar posiciones. A saber, en lo orgánico, el PP, «sabía moverse donde hay que moverse, colocando sillas en los congresos, en los mítines, que la vieran los jefes, siempre se ponía las medallas». Lo normal, esto sí es normal, cuando uno espabila y se ve con posibilidades en un partido. Hay codazos. Aunque «unos saben hacerlo y otros no». Ella supo.
En lo institucional, se agenció en el sitio y en el momento adecuado fama de manejar redes sociales. «Su papel era irrelevante, era incapaz de concentrarse, de sacar adelante nada», delatan. Fue diputada autonómica desde 2011 –cursa un Programa de Liderazgo para la Gestión Pública en el IESE, acreditado, que luego ya se sabe– hasta 2017. Con 39 años pone pie en el gobierno, ejerce como viceconsejera de Presidencia y Justicia hasta el ocaso de Cifuentes por el sainete del máster y las cremas. Son apenas ocho meses que concluyen porque Pío García Escudero la reclama para ocuparse de Comunicación en el partido y, añaden de buena tinta, Isabel no se resistió, aunque exigió irse con el mismo sueldo. «90.000 o 100.000 euros». Hecho. «De la mitad se hizo cargo el PP de Madrid y de la otra el Grupo en la Asamblea».
El resto es portada. O no. Es García Escudero quien, habiendo impulsado con todo el peso de su militancia madrileña la victoria de Casado, le plantea que Isabel sea candidata a la Comunidad de Madrid. «Les parecía más mangoneable y con menos peligro que Ángel Garrido, la otra alternativa, de que fuera a moverles la silla». Igual se están arrepintiendo, porque sería lo normal. Tiempo al tiempo.