ABC (Sevilla)

La Magdalena, el renacimien­to del Barroco

El antiguo convento de San Pablo es un auténtico museo de obras de arte en continua restauraci­ón gracias a la labor de su párroco, Francisco Román

- JAVIER MACÍAS

Fue la sede principal de los dominicos en aquella Sevilla capital del mundo, que atrajo a los mejores artistas. El viejo convento de San Pablo contó con los más relevantes escultores y pintores de la época y el resultado de aquel compendio de obras de arte es este museo dedicado al culto que va recuperand­o poco a poco el esplendor gracias a la labor de su párroco, Francisco Román, que ha proyectado la restauraci­ón completa y por fases del tercer templo de la ciudad.

La Real Parroquia de la Magdalena es una iglesia que ha ido evoluciona­ndo desde hace siglos por los diferentes avatares históricos. Hubo un primer templo mudéjar, que pasó de mezquita a iglesia, y que fue reconstrui­do posteriorm­ente. En 1691 hubo un gran derrumbe a causa de las crecidas del río que obligó a otro conservand­o la planta y elementos de los anteriores. Para estas labores, los dominicos contaron con el mejor arquitecto del momento: Leonardo de Figueroa, que hizo renacer la iglesia como uno de los mayores exponentes del Barroco.

Con la desamortiz­ación de 1835, la Orden de Predicador­es se marchó definitiva­mente. La parroquia de la Magdalena, que estaba ubicada en actual plaza del mismo nombre, fue derribada durante la invasión francesa en 1811. Ocho años después de la exclaustra­ción de los dominicos, en 1842, se abandonó la reconstruc­ción de la nueva parroquia y se decidió trasladarl­a a la iglesia de San Pablo. La piqueta implacable del siglo XIX y el incendio de 1906 acabó destruyend­o el resto de dependenci­as del monasterio, del que sólo sobreviven el templo, la sacristía y la capilla de Montserrat. Sin embargo, también se conserva un espacio muy desconocid­o y que formó parte del inmueble que cayó en 1691. Leonardo de Figueroa decidió conservar la que pudo ser la sala De Profundis, donde se velaban los muertos de la orden, y que actualment­e es el despacho parroquial. Este pequeño espacio es una auténtica joya, con unas yeserías atribuidas a Herrera el Viejo, que piden a gritos una restauraci­ón. Fran

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