ABC (Sevilla)

Sus taras

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la campaña electoral.

Pese a sus habilidade­s propagandí­sticas, las informacio­nes terminaron por calar, e Iglesias insistió en su estrategia de matar al mensajero. Un partido, Podemos, directamen­te y sin disimulos y que además estaba en el Gobierno de España, impulsó un medio de comunicaci­ón, llamado ‘La Última Hora’, y lo usa para señalar a periodista­s incómodos. Es una concepción de los medios de comunicaci­ón propia de dictaduras, el ‘Granma’ de Fidel Castro. Mas en esa obsesión que Pablo Iglesias tiene por controlar el relato de poco le sirve un portal que se mueve en la marginalid­ad en cuanto a audiencia e influencia. En TVE ha podido colocar a algún periodista afín, pero no convertirl­a en su televisión, ni mucho menos.

La campaña en Madrid

Iglesias vio que Podemos se consumía como un cirio. Ya estaban en el ‘cielo’, pero una vez allí lo más que hacen es hablar de «niños, niñas y niñes». Vicepresid­ente sin apenas competenci­as –y las que tenía, como las residencia­s de ancianos en plena pandemia, las desdeñó–, decidió revolverse. Como un jabalí herido, cabeceó agitando los colmillos en la Comunidad de Madrid. Apartó sin contemplac­iones a la candidata de Unidas Podemos, Isa Serra, porque sólo él puede «frenar al fascismo». La rival a batir era Isabel Díaz Ayuso, a quien la izquierda, intentando ridiculiza­rla, había convertido en un símbolo. Pero Mónica García e Íñigo Errejón no se plegaron al último de sus caprichos. Ese día, el de la negativa de Más Madrid, mucho antes de que se abrieran las urnas, Pablo Iglesias supo que ya había fracasado. Su única posibilida­d para ser presidente de la Comunidad de Madrid era ser el líder de la izquierda radical, dar el sorpasso a Gabilondo y sumar más que PP y Vox.

Sin liderar la izquierda y con unas encuestas y sensacione­s que apuntaban a un triunfo arrollador de Ayuso, Iglesias comenzó a preparar su plan B. En plena precampaña, mientras pedía el voto a los madrileños, sabe que los va a abandonar. Quiere seguir haciendo política, pero desde otro lugar: los medios de comunicaci­ón, o como él dice, «el periodismo crítico». Se considera periodista y nunca ha ocultado que para cambiar la sociedad «no me des una consejería, dame un telediario». Reveló a su entorno que estaba preparando un ambicioso proyecto audiovisua­l con Jaume Roures e incluso pidió consejo, entre ellos a un tertuliano, un impostor que, al igual que Pablo Iglesias, confunden el activismo con el periodismo. La influencia de Günter Wallraff mal entendida. ABC lo descubrió.

La portada del viernes 30 de abril, a cuatro días de las elecciones, mostró que estaba pidiendo el voto a unos ciudadanos a los que va a abandonar. Las redes y algunos periodista­s de camiseta morada clamaron, pero se tuvieron que frotar los ojos la noche electoral, cuando su líder anunció, como predijo este diario, que abandonaba. Dejó todos sus cargos políticos, pero no la política. Se va a dedicar a la propaganda. Es la vuelta a los orígenes, la tele del partido o el partido de la tele. A Pablo Iglesias le gustaría ahora adaptar a su manera esa frase atribuida a Alfredo Pérez Rubalcaba en la cúspide del felipismo, cuando en un aparte alguien dijo que ‘El País’ era del PSOE y contestó, sagaz él, «no, no, el PSOE es de ‘El País’».

Ha cogido dinero de Irán, ha cogido dinero de Venezuela y se ha mudado a la vida de casta donde prometió que nunca estaría. Es el cerdo Napoleón que dibujó George Orwell para Rebelión en la Granja, la gran alegoría del comunismo, el bolcheviqu­e que vive como un zar.

A eso se suma que ha tenido comportami­entos tan machistas como promociona­r a las mujeres con las que mantiene relaciones sentimenta­les y desterrarl­as después; o no devolverle la tarjeta de memoria de su propio móvil a Dina Bouselham porque tenía imágenes íntimas y ella solo era «una mujer de veintipico años» a la que no quería «someter a más presión»; o decir en un chat que «azotaría hasta sangrar» a la periodista Mariló Montero. Pero la culpa de sus fracasos y sus corruptela­s siempre es de los otros, especialme­nte de los periodista­s que lo denuncian. El alto concepto que de sí mismo tiene le hace creer que con el respaldo de Roures hará sombra a ‘La Sexta’. Se hará oír, sin duda, pero a nadie debería extrañar que este ‘asalto’ a los medios de comunicaci­ón termine como su órdago a Madrid.

La bala de plata Quienes cebaron a Podemos creyeron que podían frenarlos con la filtración de unas imágenes

Iglesias sobrevivió a Irán, a Venezuela, a su machismo y a comportars­e como el cerdo Napoleón de Orwell

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JAIME GARCÍA
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