Nunca me ha parecido bien que el Ayuntamiento se entretenga en cuestiones que no son de su incumbencia
HERNÁNDEZ
D Etodo el guirigay en el consistorio de Sevilla en torno a los indultos a los políticos catalanes presos por sedición, me quedo con la primera línea de la crónica con la que el compañero Eduardo Barba daba cuenta del asunto: «Con una política municipal muy diluida, el principal debate del pleno ordinario de este mes de junio en el Ayuntamiento de Sevilla, celebrado este jueves, ha estado en los indultos del Gobierno a los políticos presos del independentismo catalán». Una política municipal muy diluida, ya lo habrá adivinado el lector, es un eufemismo para explicar que los munícipes no tenían nada de lo que preocuparse: la ciudad está limpia como una patena, los autobuses urbanos llegan todos a su hora, la policía vigila con escrupuloso celo el cumplimiento de las ordenanzas, las modificaciones del PGOU obedecen a criterios bien ponderados y no al juego de intereses y presiones que se adivina en el fondo de las últimas sobre la mesa, los parques y jardines da gloria verlos, la beneficencia municipal llega oportuna a quienes de verdad la necesitan y la economía de Sevilla capital va como un tiro. Así que, en vez de aburrirse, como el diablo que con el rabo mata moscas, los concejales se dedican a tirarse a la cabeza unos a otros los indultos del ‘procés’.
Nunca me ha parecido bien que el pleno de un ayuntamiento se entretenga en cuestiones que no son de su incumbencia. Da igual la guerra de Irak, el matrimonio homosexual o, ahora, la gracia gubernamental hacia los políticos condenados por el Supremo. Todos esos debates duran lo que una candela de papeles: desprenden llamas durante una combustión muy acelerada en los bancos del pleno pero apenas dejan rastro. Pretender que una cuestión tangencial, sin verdadero impacto en la vida de la ciudad, pueda mover algún voto en las siguientes elecciones se antoja demasiado ingenuo, incluso para los estándares infantiloides por los que transita la política nacional: todo oscila entre el ellos y nosotros sin argumentos de peso por medio para convencer.
Un pleno municipal no es el sitio para debates estériles, porque no es un parlamento. El pleno es el máximo órgano de gobierno municipal y las decisiones las toman todos los concejales, pero la progresiva asimilación a un parlamento en diminuto ha ido erosionando su papel y comprometiendo sus funciones. El día que ese Ayuntamiento haya cortado los matojos –metro y medio de altura, oiga– de la mediana del muro de defensa (aquí puede el lector sustituir esos jaramagos por otros que tenga más a la vista en sus desplazamientos cotidianos), pueden los ediles distraerse con el sexo de los ángeles como en el concilio bizantino. Hasta tanto, a trabajar por la ciudad y a olvidarse de martingalas en las que no pintan nada. Así lo creo y así lo digo.
No se trata de planchar por las noches, sino de ser más conscientes de medidas como la iluminación LED o la regulación del termostato de la calefacción y/o el aire acondicionado
LA entrada en vigor de la normativa que aprueba las nuevas tarifas de la luz se produce en una coyuntura en la que los precios de la electricidad en el mercado mayorista han subido sustancialmente, rozando los 90 euros por megavatio hora (0,9 céntimos por kilovatio, que es la magnitud que nos afecta como consumidores domésticos).
Antes de entrar a analizar cuáles son los cambios y por qué se produce ese aumento de los precios conviene recordar que sólo el 50% de la factura de la luz corresponde con las nuevas tarifas que acaban de aprobarse. Se trata de las tarifas reguladas de la factura, denominados peajes y cargos.
Los peajes de acceso permiten financiar el coste anual de las redes eléctricas, que son las infraestructuras que posibilitan que la electricidad llegue a nuestros hogares, desde donde ésta se genera (incluyen tanto las redes de transporte de alta tensión y de distribución de media y baja tensión) y representan en torno al 20% de la factura.
Por su parte, los cargos, que suponen en torno al 30% de la factura e incluyen diversos conceptos ligados a la política energética, industrial o territorial. Es el caso de los pagos a las industrias por su disponibilidad para interrumpir su consumo eléctrico en horas punta, las primas que se pagan a las antiguas plantas renovables que necesitaban de apoyo porque aún no eran competitivas, o la financiación del déficit que acumuló el sistema eléctrico en el pasado.
Además, el cambio que se ha producido en las tarifas ha venido obligado para dar cumplimiento a la Directiva 2009/72 sobre el mercado interior de la electricidad, que establece que la metodología de los peajes corresponde al regulador independiente (en nuestro caso, la CNMC) y los cargos al Ministerio. El ministerio ha seguido la misma metodología para los cargos que estableció el regulador de la competencia para los peajes.
El cambio más relevante que se introduce en la nueva metodología de cargos y peajes es la simplificación de las tarifas que, en el caso de las familias o comunidades de propietarios, pasan de seis diferentes a una sola.
Además de incluir una tarifa con discriminación horaria, la nueva factura de la luz distingue entre potencia (contratada) y energía (consumo de electricidad). En potencia, se distinguen dos periodos: el periodo punta y el valle. En energía, se añade un nuevo periodo intermedio que se denomina llano.
Los otros dos cambios relevantes que incluye la nueva metodología de tarifas es permitir la contratación de dos potencias (en lugar de una, como hasta ahora) y abaratar la recarga nocturna del vehículo eléctrico, aprovechando el periodo valle.
El fin que persigue la nueva metodología es incentivar el ahorro energético, ya que los precios en las horas punta son sensiblemente más altos que en horas llana y valle. En particular, según los cálculos de la CMNC, para la potencia, el precio en periodo de valle es un 95% inferior al del periodo de punta y para el término de energía, el precio en el periodo de llano y valle son un 69% y 95% inferiores al del periodo punta, respectivamente.
Como señalé anteriormente, con estas nuevas tarifas sólo cambia el 50% de la factura, lo que se denomina el término regulado (peajes y cargos). El restante 50% se explica por otros conceptos. Un 30%, por el coste de la generación de la electricidad; es decir, lo que cuesta producir electricidad a partir de diversas tecnologías, como los ciclos combinados de gas, la energía solar o eólica, la hidráulica o la nuclear. Este precio se determina en el mercado mayorista, en función de la oferta y la demanda. Por ello, en la coyuntura actual, en momentos en los que la demanda es elevada y la oferta más barata en el mercado (las renovables) no es suficiente para satisfacerla, es necesario que produzcan los ciclos combinados que tienen que hacer frente al encarecimiento del gas y el CO2; por ello en esta coyuntura el precio del mercado es elevado.
El restante 20% de la factura se explica por los impuestos, como el IVA y el impuesto sobre la electricidad, y otros conceptos de menor peso, como el margen de las comercializadoras y el alquiler de equipos de medida.
En este contexto, el mejor consejo es adoptar un consumo de la electricidad más proactivo e inteligente. No se trata de planchar por las noches, sino de ser más conscientes de las medidas de ahorro y eficiencia energética (iluminación LED o de bajo consumo, regular el termostato de la calefacción y/o el aire acondicionado, reducir la temperatura al lavar la ropa o evitar dejar los equipos eléctricos suspendidos). Además, es necesario conocer bien la potencia necesaria para reducir al mínimo la potencia contratada, minimizar, dentro de lo posible, el consumo en las horas punta y maximizarlo en las horas valle. Por último, también convendría analizar, en su caso, la posibilidad de invertir en autoconsumo individual o colectivo.
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