ABC (Sevilla)

Nunca me ha parecido bien que el Ayuntamien­to se entretenga en cuestiones que no son de su incumbenci­a

HERNÁNDEZ

- ANTONIO HERNÁNDEZ ES SOCIO DE SECTORES

D Etodo el guirigay en el consistori­o de Sevilla en torno a los indultos a los políticos catalanes presos por sedición, me quedo con la primera línea de la crónica con la que el compañero Eduardo Barba daba cuenta del asunto: «Con una política municipal muy diluida, el principal debate del pleno ordinario de este mes de junio en el Ayuntamien­to de Sevilla, celebrado este jueves, ha estado en los indultos del Gobierno a los políticos presos del independen­tismo catalán». Una política municipal muy diluida, ya lo habrá adivinado el lector, es un eufemismo para explicar que los munícipes no tenían nada de lo que preocupars­e: la ciudad está limpia como una patena, los autobuses urbanos llegan todos a su hora, la policía vigila con escrupulos­o celo el cumplimien­to de las ordenanzas, las modificaci­ones del PGOU obedecen a criterios bien ponderados y no al juego de intereses y presiones que se adivina en el fondo de las últimas sobre la mesa, los parques y jardines da gloria verlos, la beneficenc­ia municipal llega oportuna a quienes de verdad la necesitan y la economía de Sevilla capital va como un tiro. Así que, en vez de aburrirse, como el diablo que con el rabo mata moscas, los concejales se dedican a tirarse a la cabeza unos a otros los indultos del ‘procés’.

Nunca me ha parecido bien que el pleno de un ayuntamien­to se entretenga en cuestiones que no son de su incumbenci­a. Da igual la guerra de Irak, el matrimonio homosexual o, ahora, la gracia gubernamen­tal hacia los políticos condenados por el Supremo. Todos esos debates duran lo que una candela de papeles: desprenden llamas durante una combustión muy acelerada en los bancos del pleno pero apenas dejan rastro. Pretender que una cuestión tangencial, sin verdadero impacto en la vida de la ciudad, pueda mover algún voto en las siguientes elecciones se antoja demasiado ingenuo, incluso para los estándares infantiloi­des por los que transita la política nacional: todo oscila entre el ellos y nosotros sin argumentos de peso por medio para convencer.

Un pleno municipal no es el sitio para debates estériles, porque no es un parlamento. El pleno es el máximo órgano de gobierno municipal y las decisiones las toman todos los concejales, pero la progresiva asimilació­n a un parlamento en diminuto ha ido erosionand­o su papel y comprometi­endo sus funciones. El día que ese Ayuntamien­to haya cortado los matojos –metro y medio de altura, oiga– de la mediana del muro de defensa (aquí puede el lector sustituir esos jaramagos por otros que tenga más a la vista en sus desplazami­entos cotidianos), pueden los ediles distraerse con el sexo de los ángeles como en el concilio bizantino. Hasta tanto, a trabajar por la ciudad y a olvidarse de martingala­s en las que no pintan nada. Así lo creo y así lo digo.

No se trata de planchar por las noches, sino de ser más consciente­s de medidas como la iluminació­n LED o la regulación del termostato de la calefacció­n y/o el aire acondicion­ado

LA entrada en vigor de la normativa que aprueba las nuevas tarifas de la luz se produce en una coyuntura en la que los precios de la electricid­ad en el mercado mayorista han subido sustancial­mente, rozando los 90 euros por megavatio hora (0,9 céntimos por kilovatio, que es la magnitud que nos afecta como consumidor­es domésticos).

Antes de entrar a analizar cuáles son los cambios y por qué se produce ese aumento de los precios conviene recordar que sólo el 50% de la factura de la luz correspond­e con las nuevas tarifas que acaban de aprobarse. Se trata de las tarifas reguladas de la factura, denominado­s peajes y cargos.

Los peajes de acceso permiten financiar el coste anual de las redes eléctricas, que son las infraestru­cturas que posibilita­n que la electricid­ad llegue a nuestros hogares, desde donde ésta se genera (incluyen tanto las redes de transporte de alta tensión y de distribuci­ón de media y baja tensión) y representa­n en torno al 20% de la factura.

Por su parte, los cargos, que suponen en torno al 30% de la factura e incluyen diversos conceptos ligados a la política energética, industrial o territoria­l. Es el caso de los pagos a las industrias por su disponibil­idad para interrumpi­r su consumo eléctrico en horas punta, las primas que se pagan a las antiguas plantas renovables que necesitaba­n de apoyo porque aún no eran competitiv­as, o la financiaci­ón del déficit que acumuló el sistema eléctrico en el pasado.

Además, el cambio que se ha producido en las tarifas ha venido obligado para dar cumplimien­to a la Directiva 2009/72 sobre el mercado interior de la electricid­ad, que establece que la metodologí­a de los peajes correspond­e al regulador independie­nte (en nuestro caso, la CNMC) y los cargos al Ministerio. El ministerio ha seguido la misma metodologí­a para los cargos que estableció el regulador de la competenci­a para los peajes.

El cambio más relevante que se introduce en la nueva metodologí­a de cargos y peajes es la simplifica­ción de las tarifas que, en el caso de las familias o comunidade­s de propietari­os, pasan de seis diferentes a una sola.

Además de incluir una tarifa con discrimina­ción horaria, la nueva factura de la luz distingue entre potencia (contratada) y energía (consumo de electricid­ad). En potencia, se distinguen dos periodos: el periodo punta y el valle. En energía, se añade un nuevo periodo intermedio que se denomina llano.

Los otros dos cambios relevantes que incluye la nueva metodologí­a de tarifas es permitir la contrataci­ón de dos potencias (en lugar de una, como hasta ahora) y abaratar la recarga nocturna del vehículo eléctrico, aprovechan­do el periodo valle.

El fin que persigue la nueva metodologí­a es incentivar el ahorro energético, ya que los precios en las horas punta son sensibleme­nte más altos que en horas llana y valle. En particular, según los cálculos de la CMNC, para la potencia, el precio en periodo de valle es un 95% inferior al del periodo de punta y para el término de energía, el precio en el periodo de llano y valle son un 69% y 95% inferiores al del periodo punta, respectiva­mente.

Como señalé anteriorme­nte, con estas nuevas tarifas sólo cambia el 50% de la factura, lo que se denomina el término regulado (peajes y cargos). El restante 50% se explica por otros conceptos. Un 30%, por el coste de la generación de la electricid­ad; es decir, lo que cuesta producir electricid­ad a partir de diversas tecnología­s, como los ciclos combinados de gas, la energía solar o eólica, la hidráulica o la nuclear. Este precio se determina en el mercado mayorista, en función de la oferta y la demanda. Por ello, en la coyuntura actual, en momentos en los que la demanda es elevada y la oferta más barata en el mercado (las renovables) no es suficiente para satisfacer­la, es necesario que produzcan los ciclos combinados que tienen que hacer frente al encarecimi­ento del gas y el CO2; por ello en esta coyuntura el precio del mercado es elevado.

El restante 20% de la factura se explica por los impuestos, como el IVA y el impuesto sobre la electricid­ad, y otros conceptos de menor peso, como el margen de las comerciali­zadoras y el alquiler de equipos de medida.

En este contexto, el mejor consejo es adoptar un consumo de la electricid­ad más proactivo e inteligent­e. No se trata de planchar por las noches, sino de ser más consciente­s de las medidas de ahorro y eficiencia energética (iluminació­n LED o de bajo consumo, regular el termostato de la calefacció­n y/o el aire acondicion­ado, reducir la temperatur­a al lavar la ropa o evitar dejar los equipos eléctricos suspendido­s). Además, es necesario conocer bien la potencia necesaria para reducir al mínimo la potencia contratada, minimizar, dentro de lo posible, el consumo en las horas punta y maximizarl­o en las horas valle. Por último, también convendría analizar, en su caso, la posibilida­d de invertir en autoconsum­o individual o colectivo.

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