EL MISTERIO DE LOS ÚLTIMOS HUMANOS QUE MURIERON EN EL ESPACIO EXTERIOR
tarle importancia achacándolo a las dificultades de la reentrada. Consuelo estéril, pues enseguida reciben el código más temido: 1-1-1. El baremo que medía la salud de los cosmonautas iba de 5 (estado perfecto) a 1 (accidente fatal). Están muertos. El comandante Dobrovolsky, de 43 años; el ingeniero de vuelo Volkov, el más joven del trío, que a sus 35 años había conquistado la imaginación de las jóvenes rusas; y el ingeniero investigador Patsayev, de 38, el primer hombre que había utilizado un telescopio fuera de la Tierra, se habían dejado la vida en la misión. Casados y con hijos pequeños, fueron los últimos astronautas muertos en el espacio exterior.
El helicóptero de los rescatadores aterrizó cerca de la cápsula, que lucía en buen estado. Pero la tripulación no respondía. Al abrir la escotilla se encontraron con los tres cadáveres. El cuerpo del comandante Dobrovolsky todavía estaba caliente. Procedieron a ejecutar maniobras desesperadas de resucitación. Inútiles. Los cosmonautas presentaban restos de sangre en los oídos y las fosas nasales y algunos moretones azulados en sus rostros. ¿Qué había sucedido? Los soviéticos envolvieron su fracaso en un manto de misterio. Occidente solo supo la verdad dos años después, gracias a una exclusiva de ‘The Washington Post’.
Como vuelve a ocurrir hoy –con la entrada de China en la carrera hacia las estrellas, los sueños de superricos como Bezos y Musk y el renacido interés de Estados Unidos–, el espacio fue durante la Guerra Fría una trinchera más en la batalla de la propaganda. También allí se dirimía la pugna por convencer al mundo sobre qué sistema gozaba de una técnica más avanzada, si el socialismo ruso o el capitalismo de la gran democracia estadounidense. Hoy sabemos que tras una imponente fachada de cartón piedra, la URSS escondía unas vigas apolilladas. Pero en los primeros setenta todavía se debatía si el gran cam