Los logros de la misión sepultaron la tragedia LA URSS ENVOLVIÓ SU FRACASO EN UN MANTO DE MISTERIO. DOS AÑOS DESPUÉS SE SUPO LA VERDAD
que le ahorró un final como el de la perrita Laika. La hegemonía rusa se acabó gracias al sueño de un estadista. JFK entendió que para ganar la Guerra Fría debía lanzarse a la carrera espacial y mostrar al mundo que su modelo era el más avanzado. En una sesión solemne ante las Cámaras en mayo de 1961, solo un mes después del alarde de Gagarin, Kennedy propuso a su país una meta que parecía utópica: «Esta nación debe comprometerse a poner a un hombre en la Luna antes de que acabe esta década y traerlo de vuelta con seguridad». Dos años después de su discurso le volaron la cabeza en Dallas. Pero su visión triunfó en 1969, con la pisada de Armstrong sobre el polvo del satélite. Los rusos tardaron en resarcirse de ese golpe, pero enseguida se pusieron a trabajar. El 15 de abril de 1971 lanzaron la Salyut 1, la primera estación espacial. Su siguiente objetivo era enviar astronautas a ella para estudiar la respuesta del cuerpo ante la falta de gravedad y estrenar el telescopio Orión 1, el primero en el espacio. Tres días después despegó la Soyuz 10 con la misión de acoplarse a la Salyut 1. Fracasó. Se engancharon a la estación, pero los cosmonautas fueron incapacesapaces de abrir su escotilla.
La Soyuz 11 fue el segun-ndo intento. El objetivo eraa que los astronautas vivie-esen durante 30 días en laa estación Salyut 1. Se selec-ccionó a la mejor tripula-ación posible, comandadaa por el gran Alexei Leonov,v, el hombre que en 1965 ha-abía protagonizado el pri-imer paseo espacial (y unn magnífico pintor de paisa-ajes astrales). Pero tres díass antes del despegue uno dee los cosmonautas mostróó síntomas de tuberculosiss y hubo que sustituir a todoo el equipo. La nueva tripulación,ación for-for mada por Dobrovolsky, Volkov y Patsayev, recibió la luz verde de la nomenclatura solo 48 horas antes de partir. No eran tan duchos como los titulares. De hecho solo Volkov tenía experiencia previa en el espacio, lo que provocaría fricciones constantes con el novato comandante Dobrovolsky, cuya jerarquía despreciaba.
A las 4.55 de la tarde del 6 de junio de 1971, la Soyuz 11 despegó con éxito del cosmódromo de Baikonur, al sur de Kazajistán. El vuelo resultó óptimo. Tras tres horas y 19 minutos de maniobras, el día 7 de junio se acompañaron a la Salyut 1 y lograron entrar a la estación. Dentro los sorprendió un intimidatorio olor a humo y a quemado. Repararon el sistema de ventilación, tarea que les llevó seis horas, pero esa noche por prudencia pernoctaron en su nave Soyuz. Todavía llegaría otro susto, un pequeño fuego el día 11. Pero al margen de la creciente discordia entre los tripulantes, todo
La tragedia de la Soyuz 11
rodó bastante bien.bien Llevaron a cabo 140 experimentos, utilizaron el telescopio, practicaron deporte en una cinta y, sobre todo, se metieron en el bolsillo al público ruso –y por ende al de todo el mundo– con sus asombrosas novedades televisadas y su afabilidad.
El alto mando decidió acortar unos días la misión ante los crecientes roces de los tres cosmonautas. El 29 de junio, a las 21.35 horas, la Soyuz 11 se separa de la estación para emprender el regreso a la Tierra. Pero los tripulantes encuentran dificultades para sellar la escotilla delantera de su nave, donde un pilotito de aviso no cesa de parpadear. Empujando rudimentariamente con la fuerza sumada de los tres, logran que la escotilla se cierre herméticamente y que el chivato se apague. Encienden entonces el sistema de desorbitación y el comandante Dobrovolsky dice a Tierra: «Hasta la vista». Serían las últimas palabras de los cosmonautas.
De cara a la reentrada, la cápsula donde viaja la tripulación ha de separarse del módulo orbital y del de d servicio. Ese proceso se lleva ll a cabo mediante pequeñas q detonaciones pirotécnicas, té que deben ser secuenciales. c Ahí se produce c el error fatal. Las cargas saltan s de manera simultánea n y su onda expansiva provoca p la apertura de una válvula v de ecualización de la presión. La válvula no debería d abrirse en modo alguno a hasta que el Soyuz 11 1 estuviese a solo cuatro kilómetros k del suelo. Pero lo hace a 168 kilómetros de altitud. a La consecuencia es una u inmediata despresurizaciónrización dde la cabina.
La muerte es dolorosa. Las pulsaciones de Volkov pasan en segundos de 120 a 180. Los cosmonautas sienten primero un fuerte dolor en el pecho, la cabeza y el abdomen. La sangre comienza a asomar en sus oídos y fosas nasales. El tiempo de consciencia que les queda es muy limitado, 50 o 60 segundos, pero solo en los trece primeros sus mentes se mantienen lo suficientemente despejadas como para poder reaccionar. La posición de los cadáveres reveló que en esos trece preciosos segundos de «consciencia útil» intentaron actuar, cerrar la escotilla (su primera sospechosa por los problemas que habían tenido con ella) y finalmente la válvula que real
JFK ENTENDIÓ QUE PARA GANAR LA GUERRA FRÍA DEBÍA LANZARSE A LA CARRERA ESPACIAL Y MOSTRAR AL MUNDO QUE SU MODELO ERA EL MÁS AVANZADO
mente los estaba dejando sin aire. Cerrarla era misión imposible. El experimentado Leonov, que antes del despegue los había alertado de posibles problemas con esas válvulas, hizo meses después un test en tierra. En condiciones de tranquilidad, sin el brutal estrés que soportaron sus compañeros, le costó 52 segundos cerrarla. Más tiempo que el de consciencia operativa.
La agencia estatal Tass informó de la muerte de la tripulación limitándose a decir que «las causas están siendo investigadas». Más que centrarse en la tragedia, el despacho ensalzaba con hipérboles los logros de la misión. La autopsia, que no se hizo pública y cuyo contenido tardaría todavía dos años en filtrarse a Occidente, recogió una muerte por hemorragias en el cerebro, con sangrado subcutáneo, tímpanos dañados y sangrado en el oído medio. Alto contenido de nitrógeno en la sangre y también enormes cantidades de ácido láctico, diez veces más alto de lo normal. Una prueba del brutal estrés que sufrieron al enfrentarse en segundos a una muerte que sabían cierta.
La propaganda oficial encubrió el fracaso con un suntuoso funeral de Estado en Moscú. Docenas de miles de ciudadanos presentaron sus emocionados respetos a Dobrovolsky, Volkov y Patsayev, de cuerpo presente entre enormes túmulos de flores, ataviados con trajes civiles y con sus medallas de Héroes de la Unión Soviética destellando en sus solapas. Los maquilladores funerarios hicieron una competente labor, pero aún así una gran marca azulada en la mejilla izquierda de Patsayev detonaba el enorme trauma. Leonidas Brezhnev, el líder supremo, no pudo contener sus lágrimas ante los ataúdes. A los cosmonautas se les reservó el raro honor de ser enterrados en el muro del Kremlin, cerca de Gagarin.
Las comisiones de investigación concluyeron que con trajes espaciales los cosmonautas habrían sobrevivido. A partir de entonces se hicieron obligatorios. La estación espacial Salyut fue desorbitada y se perdió en el Pacífico cuatro meses después del accidente. Las naves Soyuz no volvieron a volar hasta septiembre de 1972. La URSS pronto comenzaría a parecer lo que era: un pato cojo.