Cádiz, anchura luminosa del cielo
TACITA DE PLATA
Hay versos que como notas rompen en las rocas de un mar parecido al de Valéry en ‘El cementerio marino’, con la espuma cargada de imágenes superpuestas, evocando a fragancias concretas, sugiriendo viejos compases que todos conocemos. José María Pemán, de Cádiz, al Sur de esas otras aguas, escribió esto: «Tú, clara y fina, un poco genovesa/y un poco peruana,/toda vestida, sin engaño, de esa/blancura lisa y llana/de la cal de Morón; tú, blanca y pura,/tú eres la señorita/del mar, novia del aire…». Un texto que mientras de fondo suena la música en directo del pianista Manolo Carrasco junto a la orquesta de pulso y púa Rondó Gaditano se alza en todas sus dimensiones.
El disco, como la visión de los poetas, acomete una radiografía exacta de la Cádiz ideal que flota en el imaginario colectivo. Es clásico y sencillo, sin más pretensión que la de mostrar a través del tanguillo la ciudad de lengua salobre. Rezuma alegría en las habaneras y ‘El Vaporcito’, sensibilidad histórica en los duros antiguos, patriotismo en la marcha de Federico Chueca, que le dio a la zarzuela agüita del mar andaluz. En este trabajo, que se grabó durante una actuación en el Gran Teatro Falla hace más de un año, el pasado se congela en la instantánea preconcebida de un paisaje. No trata de aportar, sino de conducir. Pertenece al género que durante siglos se ha forjado tras las murallas; que se atreva ahora alguien a definirlo y encuadrarlo dentro de una simple etiqueta. Sevilla se aparece en una sevillana experimental que toma ritmos vivarachos y todo parece decantarse por el tamiz que a tantos inspira: Tacita de plata, «anchura luminosa del cielo», como también escribió Pemán.