Las estrecheces de la Macarena convertidas en un orinal que no se baldea
Barrios como Los Remedios o el Polígono de San Pablo presentan un estado de degradación preocupante
SAN GIL
Más allá del tremendo déficit de mantenimiento y mobiliario urbano en esta área, pueden tomarse muchos ejemplos con respecto a la suciedad y la falta de un servicio suficiente. Uno de ellos son los jardines y sus respectivos paseos de la calle Juan de Mendoza Luna, en paralelo a Montes Sierra, que los fines de semana, además, son pasto del ‘botellón’. Pero no se queda la cosa ahí. La basura ‘ordinaria’ genera otras molestias añadidas porque, como en tantos otros puntos de la ciudad, no se recoge debidamente. Sirven de ilustración paradigmática los desperdicios que se han ido acumulando esta pasada semana en uno de los caminos de esos jardines, donde envoltorios y latas de refresco se han ido ‘asentando’ sin que una sola escoba o barredora haya pasado en días. Y todo a pesar de tratarse de un camino en plenos jardines y junto a un transitado carril bici. De lunes a viernes, el mismo panorama de suciedad.
En otro punto del barrio aún más neurálgico, la plaza Fray Junípero Serra, otro ejemplo significativo se abre paso a los ojos de cualquiera que pasa. En plenos aparcamientos y a sólo varios metros de la parroquia del barrio —separada de esta zona por unos mugrientos contenedores— los cristales rotos de un coche robado permanecen en medio del asfalto de la plaza durante días. Las cinco jornadas laborables de la semana transcurren sin que ni un operario público se persone a limpiar y recoger los cristales, que además de ofrecer una imagen de dejadez enorme suponen un peligro nada desdeñable para peatones, mascotas o ruedas de vehículos. Ni la proximidad total de la iglesia, ni los colegios ni el hecho de estar justo al lado de las cubas de Lipasam cambia las cosas. Nada se recoge entre el lunes 10 y el viernes 14 de abril.
Un problema extendido
Esto es sólo un seguimiento puntual de tres zonas que evidencia, eso sí, un
La zona norte del Casco Antiguo se ha convertido en uno de los principales focos de acceso para la movida que cada fin de semana se da cita en los alrededores de la Alameda de Hércules, así como una de las zonas en las que mayor número de mascotas se concentra de toda la ciudad. Ambas circunstancias condenan a las calles menos transitadas de su entorno como socorridos, y recurridos, urinarios de animales (humanos y mascotas). Las multas por ambas infracciones son inexistentes. Una permisividad que, lógicamente, no ataja el problema de higiene que afrontan los vecinos de uno de los barrios en los que actualmente se está pagando el metro cuadrado de vivienda más caro de toda la ciudad. Es la gran paradoja del Casco Antiguo: el que debería ser el espacio más protegido de la villa es en estos momentos el epicentro de la desidia municipal.
Lipasam no baldea por la zona. Y cuando lo hace, muy esporádicamente, no emplea el método más efectivo para velar por la salubridad de unas calles cuyo paisaje está protagonizado por los cercos y el olor del orín. Apuntar con la manguera en dirección horizontal no es el mejor método para limpiar una calle. En todo caso, es un recurso efectivo para arrastrar la basura. Durante el reportaje, ABC comprobó cómo un barrendero, que pedaleaba sobre un triciclo, sólo recogía algunas latas y elementos de grandes dimensiones. Las colillas, tras su paso, seguían en el mismo sitio. Y la que resultó de su pitillo, sorprendentemente, la tiró por la alcantarilla. Un preocupante reflejo del concepto de civismo y limpieza de algunos de sus empleados.