«Me cabe el honor de no haber dejado a Pujol dar un mitin en la Casa de Andalucía»
▶ Modelista industrial, emigrante cualificado en Barcelona, fue fundador de la Casa de Andalucía en Santa Coloma donde, con un par de timbales, le impidió la entrada a Jordi Pujol
Luis Pino Alcántara
—¿Por qué se fue usted a Barcelona?
—Quería mejorar y ampliar conocimientos profesionales. Y tenía dos opciones: País Vasco o Cataluña. En el País Vasco empezaban a torcerse las cosas. Y me fui a Barcelona.
—Y allí no le fue nada mal…
—En absoluto. Estuve desde el año 65 hasta el 78. Fui uno de los fundadores de la Casa de Andalucía en Santa Coloma de Gramanet, junto con otro sevillano y un onubense que hizo fortuna con el marisco. Además de la Casa de Andalucía, montamos una hermandad del Rocío y logramos montar la Feria de Abril. Por cierto, muchos políticos se quisieron apropiar del copyright de esas ideas.
—¿Se sintió rechazado en alguna ocasión en Cataluña?
—Nunca. Yo soy de los que dicen que lo que Cataluña me dio lo devolví con mi trabajo. Estuve los tres primeros años en una empresa catalana. Al tercero me independicé y monté mi taller. Me fue estupendamente.
—¿Nunca le costó integrarse en una sociedad tan endogámica como la catalana?
—En absoluto. También es cierto que la Barcelona de hoy no se parece casi en nada a la de hace cincuenta años. Recuerdo que en el trabajo todos hablaban catalán. Y yo no me enteraba de nada. Así se lo hice saber a los compañeros y, al día siguiente, en un cajón donde guardaba mis cosas, me encontré con una gramática y un diccionario en catalán. Y aprendí el catalán.
—¿Qué le pasó con el honorable Pujol?
—Había escrito aquel libro donde hizo gala de su supremacismo ideológico tildando a los andaluces de pueblo desestructurado y sin espíritu. Lo leí y me llegó al alma. Quiso dar un mitin en la Casa de Andalucía de Santa Coloma. Me llamó el presidente de la Casa y le dije que aquel tipo no entraba en la casa de los andaluces, por más que dijera, como decía, que todo el que trabajaba y vivía en Cataluña era catalán. En la puerta le enseñé el libro a Pujol. Me cabe el honor de no haberlo dejado entrar.
—Si despreciaba a los andaluces a qué iba a la Casa de Andalucía, ¿ qué buscaba?
—Votos. La emigración andaluza era una mina de votos. Y no quería tenerlos en contra.
—Reciente está la lamentable falta de respeto a la fe rociera de los andaluces protagonizado en TV3…
—Se ha dicho de todo. Hasta barbaridades como faltarle el respeto a La Moreneta para equivocarnos como se han equivocado ellos. Pero le diré algo en lo que muy pocos observadores han caído: ¿Se ha fijado en los apellidos de los papafritas que protagonizaban el sketch televisivo? Ninguno de ellos tiene ocho apellidos catalanes. A veces los peores son los descendientes de aquellos emigrantes que para sentirse de pura cepa son más papistas que el papa.
—Sí, esa observación parece muy inteligente de su parte. Fíjese en Rufián…
—Tal cual. Es hijo y nieto de andaluces, nació en Santa Coloma, es charnego e independentista.
—Pero usted, que también es poeta, escribió muchas letras en Barcelona para que su difunta mujer llenara los polideportivos del viejo condado
—A mí me encanta la escultura. He hecho algunas cosas, pero derivé hacia la literatura. Escribí en Barcelona letras para fandangos que cantaba mi mujer en los pabellones. Aún la recuerdo y se me pone la carne de gallina cuando cantaba «¿Dónde está mi Andalucía?, mi hijo me preguntaba/ llorando le contesté: en mi alma está metida/ y nunca la olvidaré». El pabellón se venía abajo.
—También escribió letras para la Virgen del Rocío.
—Que formaron parte del repertorio del grupo Serva la Bari. Muchas están