ABC (Sevilla)

«Mi abuelo renunció a la nacionalid­ad y no la pudimos obtener. Solo tenemos que esperar»

▶ Dos venezolana­s serán españolas en tres meses por la ley de Memoria

- GABRIELA PONTE MADRID

emigrante en Galicia es justamente a la inversa: las reglas son inciertas y el resultado es ciertísimo. Es obvio que va a ganar siempre el partido que posea consulados y embajadas».

Solo en Argentina estaban reconocido­s 100.000 residentes en el exterior con derecho a voto; 30.000 en Venezuela; 27.500 en Uruguay; 25.000 en Brasil; y alrededor de 7.300 en México y Cuba. En ocasiones, las colectivid­ades gallegas sufrían las malas condicione­s de vida fruto de los contextos económicos de estos países. Las maniobras del Gobierno de Zapatero acabaron saliendo a la luz. El diario argentino Clarín publicó en julio de 2005 cómo la Casa Rosada que ocupaba Néstor Kirchner ayudó al PSOE a movilizar agentes electorale­s a favor del candidato socialista Emilio Pérez Touriño.

La sombra de las irregulari­dades han perseguido al sufragio exterior en Galicia desde hace años. Los agujeros del sistema, principalm­ente la falta de controles en la emisión de las papeletas, llevaba a que votaran personas fallecidas o, incluso, que lo hiciera una tercera sin relación alguna que habitara por algún motivo en un domicilio de alguien que estuviese reconocido como ‘residente ausente’, la denominaci­ón que durante años tuvieron los españoles en el exterior.

En 2008, durante una mesa redonda en el Consello da Cultura Galega, la diputada del PSOE Marisol Soneira, responsabl­e del área de emigración, reconocía que dado lo perverso del sistema «no existen impediment­os para que se compren literalmen­te sacas de votos». Explicaba Soneira que uno de los problemas radicaba en la dependenci­a de sistemas postales extranjero­s, sobre los que España no poseía soberanía alguna. En el recuento electoral de 2005, el PP albergó sospechas de que Venezuela no hizo llegar a España todas las sacas de los colectivos emigrantes. Pero no lo pudo probar.

Voto determinan­te

La disposició­n adicional de la Ley de Memoria Histórica de 2007 que permitía la nacionaliz­ación de los nietos de los exiliados no entró en vigor hasta un año más tarde. Sus efectos apenas se notaron en las autonómica­s gallegas de 2009. El censo subió poco más de 10.000 personas respecto a las elecciones inmediatam­ente anteriores, las generales de 2008. Pero si hasta entonces el voto emigrante no había sido determinan­te, en esas autonómica­s estuvo a punto de serlo.

El PP de Alberto Núñez Feijóo consiguió 39 escaños en la noche electoral, que quedaron en 38 –el límite exacto de la mayoría absoluta– tras perder un acta en Orense, tras el recuento de las papeletas del exterior. Feijóo suele contar que sabía de la necesidad de alcanzar los 39 diputados, porque si se quedaba en 38 perdería la Xunta. La historia que conocemos habría sido otra.

Valeria y su madre salen del Consulado General de España en Caracas con una gran sonrisa. En aproximada­mente tres meses serán españolas gracias a la Ley de Memoria Democrátic­a. Apenas se enteraron de que iban a poder recuperar la nacionalid­ad –por el supuesto A de la Disposició­n adicional octava, que les permite solicitar el pasaporte a los nacidos fuera de España cuyo padre o madre, abuelo o abuela hubiesen perdido o renunciado a la nacionalid­ad por causa del exilio–, comenzaron a reunir los documentos.

«Mi abuelo era de Santander, pero no habíamos podido obtener la nacionalid­ad. Ahora solo nos queda esperar», asegura Valeria a su salida del Consulado. Para ella y su madre fue sencillo. Su abuelo, Miguel Ángel Castillo, era de Santander, pero para adquirir la nacionalid­ad venezolana tuvo que renunciar a la española.

En 1953 emigró a Venezuela a bordo del vapor Magallanes, según se refleja en los billetes del barco que aún conservaba su familia en un baúl junto a otros documentos: constancia de sanidad con la vacuna para el tifus, carta del Ejército, inscripció­n consular en Caracas, resolución de nacionalid­ad venezolana y otros papeles que mantuviero­n años guardados sin saber que luego les servirían para cambiarles la vida.

«Esperen que les llegue un correo con la resolución de su expediente. Está tardando aproximada­mente tres meses», aseguró la funcionari­a que las atendió en el Consulado español el día de la cita. La legación atiende a unas cien personas al día, un 80% de los asistentes van a tramitar la nacionalid­ad.

La madre de Valeria nunca tramitó la nacionalid­ad española porque no le hacía falta. En 2007, cuando se aprobó la Ley de Memoria Histórica de Zapatero no se enteró. Luego cuando quiso recuperarl­a no pudo porque ya era mayor de edad. Esta nueva oportunida­d no iba a dejarla escapar. «Estoy recuperand­o algo que me pertenece. Me permitirá irme a vivir a España», dice.

Valeria es una de los 6 millones de venezolano­s que han sido forzados a salir del país por la grave crisis humanitari­a. La supuesta recuperaci­ón económica de Maduro es solo un espejismo para los seguidores del régimen. En los años más catastrófi­cos, probó suerte en Bogotá y luego en Quito, pero ninguno de los dos destinos le permitió la estabilida­d que ella buscaba. Regresó a Caracas en plena pandemia y ahora, a la espera de su nacionalid­ad, planifica su viaje a Madrid.

Mientras tanto, cientos de miles de extranjero­s residentes en España llevan años esperando que se resuelva su expediente de nacionalid­ad. Hay un atasco importante de solicitude­s. Los propios funcionari­os echan balones fuera y dicen que no son suficiente­s para atender todos los casos.

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Colas de nietos de españoles en la Embajada de Buenos Aires // EFE

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